DCLM.ES · OPINIONES · Fernando Mora
25.06.2016
Cuando el cielo no está sembrado de margaritas
Por Fernando Mora
Estamos ante unas elecciones que pocos ciudadanos querían pero que es fruto de la impericia, la pasividad o la estrategia de los partidos. Después del 20 de Diciembre la mentalidad política de quienes piensan más desde lo partidista que desde las necesidades ciudadanas determinaron que el bipartidismo muerto tenía que ser sustituido por un bipartidismo de dos bloques irreconciliables, uno de izquierda y otro de derechas.
Mariano Rajoy, personaje político que debiera ser consciente de que ya no existe pero que se niega a admitir su final político le impide optar a seguir gobernando España. Nadie quiere pactar con quien ha sido el Presidente de la España de la corrupción, el de una España depauperada con familias que viven a dos velocidades, quien ha fracturando la cohesión social y la cohesión territorial. Rajoy ha sido el Presidente de la falta de diálogo, el de la intolerancia, el de la imposición, quien ha puesto al Partido Popular más cerca de la extrema derecha que del Centro político. Rajoy ha construido durante estos últimos cuatro años un partido que no está preparado para la moderación y el diálogo, ni para protagonizar el irremediable cambio que se necesita.
En cualquier caso, el PP tiene difícil salida, y mucho menos con Rajoy al frente. Ni siquiera Ciudadanos podría optar a formar una coalición con ellos si el PP no cambia de líder . El PSOE no podrá, en ningún supuesto, apoyar un Gobierno de un partido extremista como el Partido Popular, salvo que quiera correr el riesgo de perecer.
Pero, paradójicamente, es el PSOE el único partido que puede liderar el cambio y debiera ser su principal protagonista, que no el único, porque las circunstancias socio-económicas requieren de prudencia, moderación y experiencia en la forma de hacerlo, y a la vez de contundencia a la hora de adoptar medidas radicales en favor del empleo, de la superación de las desigualdades, de la erradicación de la corrupción, o de superar la quiebra territorial.
El PSOE, a pesar del declive experimentado en las últimas elecciones por la división del voto en la izquierda, es una fuerza política que genera confianza no sólo entre sus votantes tradicionales sino en el conjunto de la sociedad española. Es el partido que menos rechazo genera entre los votantes o simpatizantes de otras opciones, y que por tanto, el que puede protagonizarlo con ciertas dosis de ilusión, un cambio tranquilo pero firme y profundo. La experiencia, la preparación de sus dirigentes, la trayectoria política de años, la capacidad probada de trasformar la sociedad da más seguridad a la ciudadanía a la hora de recobrar la confianza en las instituciones, establecer un nuevo modelo de relaciones y de convivencia en España y recuperar la ética social como principio esencial de la vida pública y privada.
Estas elecciones son algo más que la historia de una ambición personal. España tiene deseo de cambio y lo viene manifestando en los sucesivos procesos electorales, pero España también necesita recobrar su confianza como Nación. Solo una cosa podría enturbias el cambio necesario, y es la generación de incertidumbre más allá de lo razonable.
En 1982, cincuenta por ciento de electores optaron con entusiasmo por la opción de cambio, y confiaron en el Partido Socialista, lo que le reportó 202 diputados. Treinta y cinco años después, para conseguir una cámara con una representación política que asuma hoy el cambio habría que sumar los diputados obtenidos por tres formaciones políticas. Si no se tiene en cuenta esta circunstancia toda posibilidad de transformación real de la sociedad quedará muy limitada, y excluirá a demasiada gente, que no se sentirán representados. España no puede dividirse en dos bloques políticos contrapuestos. Hay que sumar, desde dentro o desde fuera del Gobierno.
El problema de Podemos para protagonizarlo es la mucha desconfianza que su líder genera fuera de esa organización. Y el mismo ha alimentado, por su agresividad, esa desconfianza en una parte muy importante del electorado socialista, sus ahora potencial aliado. Pero, además, esta viene alimentada por el aventurerismo que ha caracterizado su acción, la inconsistencia ideológica y la inmadurez de sus propuestas - constantemente modificadas en función del electorado al que quiere atrapar -, si bien es cierto que con sus populistas propuestas atrae a muchos jóvenes y a otros colectivos deseosos de encontrar una salida a sus vidas y a los problemas del país, y que lógicamente hemos de entender. Pero 80 o 90 diputados, aún siendo un buen resultado, solo es el reflejo de una sociedad dividida y polarizada que tendrá muchísimas dificultades, por no decir un imposible de producir un cambio real, que podría acabar en frustración.
Unidos Podemos no ganara las elecciones, y solo aspira a adelantar al PSOE para forzar un Gobierno, pero Pablo Iglesias se ha equivocado en su estrategia de los últimos meses, con su radical oposición a los socialistas. Ninguna hipotética alianza con el PSOE encabezada por Iglesias generará la ilusión que todo cambio requiere, porque sería inconsistente, forzada y dubitativa y con demasiados adversarios en frente.
Sigo pensando que un pacto amplio hubiera sido muchísimo más eficaz para conseguir los cambios que España necesita. El 26 J está a la puerta. Los ciudadanos deciden, pero quienes concurren a las elecciones saben que no habrá unas terceras salvo que se quiera hacer caer al sistema en el descrédito más absoluto. Pasado mañana despejaremos la incógnita, al menos en parte.
Fernando Mora RodríguezPolitólogo
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