Las dos caras de la moneda, una carta de Navidad a Emiliano García-Page

Querido Presidente:

He recibido una felicitación tuya en la que dices: “Igualdad y paz, dos caras de la misma moneda”. Igualdad y paz son como el yin y el yang, si se borra una cara, la moneda desaparece.

Dicen, quienes te llaman Emi -que son muchos- que eres un político polivalente, un medicamento de amplio espectro, que igual curas a los curas que a los de izquierdas y eso no es fácil porque alguna vez es preciso tomar partido, sacar de un cepillo o de una hucha para meter en una vivienda social, levantar un techo para los que viven a la intemperie o para los jóvenes que trabajan pero deben vivir en las casas de sus padres. Para los abuelos-guardería, para los pobres de solemnidad, incapaces ya de sobrevivir en esta selva tan enrevesada y tan lobo para el hombre.

Creo que, en medio de esta compleja Babel de apariencias, tratas de ser auténtico, lo intentas con ahínco y no solo para conseguir el aprecio de todos o de casi todos, que ya lo tienes. No es el mejor momento, navidades, pero hay que recordar que tu antecesora Cospedal quiso acabar con el Tajo, con la sanidad y la educación públicas para favorecer a Levante y a las privadas. Y casi lo consigue. Tu apuestas por blindar un río patrimonio de toda la humanidad, los servicios para todos, equilibrar en lo posible las desigualdades y asegurar el futuro de las pensiones.

No es sencillo saber qué decir en medio de este tsunami de intereses y de falsas verdades pero cuando te escucho me parece que dices lo que realmente piensas, guste o no y dentro de la cuarentena donde se guardan hoy día las palabras de todo político. Aún puedes presumir de autenticidad, al menos en la defensa de nuestra región y eso no es poco.

Ser hoy auténtico no es fácil porque vivimos en la era de las frases cortas y del artificio. Parece que los 140 caracteres nos han acotado el tiempo y nos obligan a ser más concretos, agiles y directos. Que la verdad se maquilla, se retuerce con elegante descaro y no es muchas veces la verdad la que triunfa sino el relato que penetra en los titulares con mayor poder de convicción y más sofisticada astucia.

Casi 400 años después, le estamos dando la razón a Baltasar Gracián, quien en su “Oráculo manual y arte de prudencia” aconsejaba: “No cansar...La brevedad es lisongera, y más negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintas essencias que fárragos...Lo bien dicho se dize presto”.

Twitter debería nombrar a Baltasar su presidente de honor, no a Baltasar el Rey Mago, que tampoco nos interesa en navidades alterar a los parientes de Vox invitados a nuestra mesa.

Lo que antes se negociaba en despachos y se debatía como cuestión de gabinete, aquellas largas disquisiciones y conferencias de prensa para explicar relevantes decisiones, se reducen ahora a un tuit, una palabra también corta que hemos incorporado a nuestras vidas.

Presidente, no pretendo alargarme pero tampoco me resisto a aportar ejemplos sobre el manejo de Twitter por mandatarios de mucho copete, como Donald Trump que utiliza los 140 caracteres para despedir a colaboradores de su gobierno, para lanzar dagas con furia a quienes le condenan a un juicio político o para amenazar a otros líderes sobre temas que pueden cambiar o no el rumbo de la humanidad. 

Brevedad, sofisticación de la hipocresía y enaltecimiento del desdén.

Puede que Gracián errara al asegurar que “lo malo, si poco, no tan malo” porque en Twitter reinan los odiadores que son también paradigma de nuestros tiempos y otra consecuencia del cambio climático, entendido en este caso como la falta de cariño hacia los más desfavorecidos, los adolescentes abandonados en las redes y los que sufren la dolencia del aumento del hielo en una sociedad donde priman valores como el egoísmo y, por supuesto, el dinero: para poder vivir, para vivir mejor, para atesorar, para estar seguros, para ser más queridos o admirados, para consumir más, para presumir, para volar en avión propio, para procurarse adicciones, para ser intocables, mucho más ricos y mucho más poderosos. A esos odiadores de las redes todo les disgusta porque han jugado en las calles del conflicto permanente, de la indiferencia afectiva y porque es lo que viven cada día, breves pero haters. Esperemos que en 2020 vuelvan los hippies o los lovers con sus flores y sus himnos a la paz y el amor.

Los deseos de Navidad, que siempre se han escrito en las postales, pueden ser también un antecedente de los cortos mensajes que leemos en las redes: igualdad, paz, belleza y también fortaleza para seguir adelante sin olvidarte de unos y de otros, para que nuestra región no sea menos que otras y para que sigamos con la piel hidratada sin necesidad de aplicar cosméticos de farmacia derivados del petróleo en plena Era del Cambio Climático.

César Ortega