Los límites del entendimiento

Leo en DCLM un brillante artículo sobre los límites del conocimiento del ser humano donde se plantea la gran incógnita de la relación entre nuestra materia y nuestra conciencia. Su lectura intelectual me provoca una placidez física y me hace pensar en los límites de mi propia capacidad para comprender ciertas cuestiones. 

Me refería en ese momento a los límites que se presentan en ocasiones, cuando se intenta desentrañar algo desconocido, mientras la comprensión se abre fácilmente a otros enigmas que son revelados: parece que, en función de una memoria adquirida, existen ciertas conexiones que permiten transitar por algunos caminos. Otros son callejones inespugnables para el entendimiento, como si delante se levantara un insondable muro. Puede que la respuesta siempre haya estado en la forma de franquear ese muro.

De pronto conecto con la realidad cotidiana. Recibo un tuit en el que un político opina sobre tal nuevo suceso en torno al Procés. La mente da otro salto y vuelve a plantearse la incapacidad para entender ciertas cosas desde otro punto de vista global en el que podemos negarnos a profundizar: ¡cuánta trivialidad! A veces la realidad de cada día nos recuerda a ese primitivo de las cavernas de hace 40.000 años. Parece que el ciudadano catalán, siempre en la avanzadilla intelectual, se enfrenta a un ejercicio de autolesiones que suelen empezar por cortes en su propia piel: materia y conciencia. Presiones físicas a un Estado democrático que no va a mover nunca el muro por mucho masoquismo que impulsen los líderes intelectuales. 

Puede que estos virajes entre lo divino y lo humano sirvan de entrenamiento o de inútil gasto a nuestros cerebros, pero es lo que hay.

elObservadorDCLM