La distopía nuestra de cada día

En literatura, una distopía, antítesis de la utopía, describe una sociedad imaginaria llena de maldad e indeseable en sí misma.

En la serie de ficción ‘El cuento de la criada’, exponente de la peor de las distopías, los totalitaristas van tomando posiciones de control en las instituciones de manera progresiva, casi imperceptiblemente, al tiempo que inundan la sociedad de mensajes simplones prometiendo mejoras a los segmentos menos cultos y económicamente más vulnerables. Mientras, los progresistas ignoran o desprecian estos mensajes considerándolos inofensivos para una sociedad moderna y continúan con sus rutinas, convencidos de que el Estado protegerá los valores y las instituciones democráticas.

Pero un día nos damos de bruces con una realidad ante la que habíamos estado ciegos. Trump accede a la presidencia de Estados Unidos, Bolsonaro gobierna en Brasil, Boris Jhonson accede al gobierno del Reino Unido sin elecciones, Salvini marca el rumbo de Italia sin ser presidente y media Europa está gobernada por fascistas a los que eufemísticamente llamamos ultranacionalistas o ultraconservadores.

En España, con la complicidad de las derechas tradicionales, VOX participa directamente en el gobierno de casi 19 millones de personas y ha entrado con fuerza en el Congreso de los Diputados. ¿Cómo lo ha conseguido? Con la misma estrategia de la distopía ‘El cuento de la criada’. Utilizando las redes sociales y la complicidad de los medios para poner en el centro del debate cuestiones como patria, bandera, tradiciones, migración, seguridad, feminismo, cambio climático o corrupción, ofreciendo soluciones fáciles a problemas y realidades complejas y contaminando instrumentos fundamentales del Estado como justicia, policía y ejército. Mientras, los partidos progresistas siguen con su rutina: se dividen internamente para autodebilitarse, se critican despiadadamente entre ellos, se muestran incapaces de alcanzar acuerdos de gobierno.

Hoy nos hemos levantado con una sociedad sin derechos democráticos en la que partidos políticos, sindicatos y asociaciones civiles han sido prohibidos. Todas las instituciones del Estado están en manos de una minoría antidemocrática que ha impuesto sus creencias religiosas y normas sociales a toda la sociedad. La historia se repite.

ElObservadorDCLM