DCLM.ES · Castilla-La Mancha · El Observador
Parece que en este país ya no nos sorprende nada. Que el ministerio del Interior del gobierno de Rajoy pagara al chófer de Bárcenas y contratara a un falso cura de Cuenca para secuestrar a su familia, robar documentación sensible al ex tesorero en su propia casa y ocultarla a la justicia, parece algo normal. Algo parecido sucede con las revelaciones sobre el pago de un millón de euros por parte de exiliados iraníes para financiar la puesta en marcha de Vox cuando la Ley de Financiación de los partidos prohíbe las donaciones de partidos u organizaciones extranjeras.
Es verdad que la realidad supera a la ficción pero no se trata de ninguna novela: es la vida real. Sin embargo parece que la ficción genera más consecuencias que la realidad.
Las derechas extremas siguen avanzando en numerosos países del mundo y muchos analistas se preguntan por el motivo de este auge de partidos con ideas totalitarias: ¿a qué intereses reales sirven esos partidos? ¿Existe un nexo común, un entramado internacional con unos fines determinados?
Algunos observadores aseguran que su éxito está basado en la recuperación de tradiciones en forma de mano dura para frenar la entrada del “enemigo”: inmigrantes, feministas, izquierda u homosexuales, es decir los que no se adaptan al pensamiento y formas de vida de quienes deciden cómo se debe actuar, inclinaciones sexuales o qué ropa debemos ponernos. Otros extremistas esgrimen el supremacismo de sus estirpes, la intolerancia étnica, el racismo, el odio. Se apunta también al miedo a perder la identidad debido a la globalización…
En todo caso y para entender mejor el fenómeno habría que preguntarse a quien favorece el nacimiento y apoyo a estos partidos para entender su lanzamiento y promoción económica y social a través de determinados medios de comunicación. Luego hay que buscar respuestas a otra pregunta más compleja y es el motivo por el que estos partidos reciben apoyo por parte del electorado.
Uno de los motivos es que conectan con fibras sensibles, que regalan a los oídos lo que muchos quieren escuchar, problemas de compleja solución que los partidos de extrema derecha aseguran resolver de un plumazo, o de un batacazo, levantando muros, gaseando infieles. Y todo eso parece muy divertido cuando se lanza a las redes sociales donde prima de forma significativa la controversia, los insultadores que aprovechan el anonimato para inocular inquina: “me gustan las redes sociales ya que puedo insular a personas que normalmente sería imposible conocer”. El uso de las redes es tan maquiavélico que los partidos radicales tiran bombas y esperan respuestas que a su vez son utilizadas para obtener más notoriedad: ten cuidado con los enemigos que eliges porque te convertirás en algo muy parecido a ellos durante la contienda.
Levantar muros, lanzar insultos o recibirlos, deportar inmigrantes son argumentos que muchas veces ignoran derechos humanos, una aportación más cercana a la izquierda que ahora parece permanecer durmiente o meditando mientras se ponen en peligro conquistas sociales y sobre todos humanas que han costado siglos de trabajo, unidad, inteligencia, revoluciones, muertes, guerras…
A muchos parece que de pronto se ha perdido el sentido común, que el mundo marcha a la deriva o hacia atrás y que se abre paso a la fuerza bruta o de los brutos que remueve vísceras tribales, un camino ya trillado por muchos nacionalismos populistas.
También favorece la aparición y el avance de partidos nuevos la permanente confrontación entre los partidos tradicionales, una guerrilla interminable que a veces se convierte en su única tarea al margen de los ciudadanos. De tanto trabajar por destruir al partido contrario, se ha generado una enorme desconfianza en los partidos políticos de centro-derecha, de centro-izquierda y también de izquierda. Algunos detentaron muchos años el poder, supieron sacar a España de un retroceso ancestral en todos los ámbitos, en ocasiones alternándose pero siempre lanzando dudas los unos sobre los otros, montando el campamento desde el minuto uno en que llega al poder un presidente, un acoso interminable en los medios como si las campañas electorales no acabaran nunca. Esa contienda ha provocado el hartazgo de muchas personas y hemos visto cómo se acogía con los brazos abiertos a nuevos partidos que parecían traer un viento fresco. Luego se han desinflado porque han entrado en la misma contienda, han perdido al aura de novedad y el resultado es una división del voto que hace muy complejo tanto el avance como la gobernabilidad de nuestro país.
Ahora la toca el turno a la extrema derecha, otro nuevo partido que llega con ímpetu hasta que se mezcle con la realidad, pacte, intente resolver problemas y descubra que en la guerra existen variadas trincheras.
Es evidente que no puede establecerse la paz entre PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos de la noche a la mañana. Que sus estrategias les impiden unir esfuerzos para defender a los ciudadanos. Que no se pueden pasar por alto episodios de mala gestión, de favoritismos, de fomento de medidas que hacen crecer la desigualdad y mucho menos se puede pasar por alto la corrupción generalizada en el PP durante los últimos años, el uso del Gobierno para pagar apuestas, de fondos reservados para contratar espías contra otros partidos o para ocultar pruebas de delitos a la justicia.
También es cierto que cada partido o bloque de partidos representa a los intereses de un conjunto social, unos, la izquierda, a un grupo más amplio y otros, la derecha, a un grupo más reducido pero mucho más poderoso.
Finalmente y a pesar de todo será necesario plantearnos en ocasiones treguas, diálogo, suma de fuerzas para sacar adelante entre todos el país en vez de intentar que cuanto peor vayan las cosas a España, a una región, será mucho mejor para la oposición. Se pueden plantear tres años de trabajo conjunto en temas importantes y uno de confrontación, por ejemplo o, más posible, grandes acuerdos institucionales basados simplemente en la sensatez. Esos acuerdos resultarían sin duda beneficiosos para todos y tal vez representen una salida a la crisis global del actual sistema porque la crítica permanente termina destruyendo la imagen de todos y, por esa grieta abierta, puede entrar algo de luz pero también algunos monstruos con la boca llena de fuego.
Llegará lo nuevo y luego dejará de serlo, pero ¿qué habremos perdido en el camino?
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