UN DIA COMO HOY DE 2002: Desaparece la peseta

Para todos aquellos menores de 22 años, esta fecha no significará nada. Ni siquiera llegaron a conocer la moneda española que se movió por nuestro país durante casi dos siglos, porque ya nacieron con el euro. Sin embargo los mayores de 22 años recordamos la peseta de forma proporcional a los años de “solera”.

UN DIA COMO HOY… del año 2002 la peseta dejó de existir tras 194 años de andadura. Apareció en el año 1808 con la ocupación francesa, aunque legalmente se implantó en 1860, bajo el reinado de Isabel II.

Resistió los avatares históricos de la política, las catástrofes naturales, terremotos, epidemias e incluso guerras, y lo hizo de una forma mucho más familiar que el actual euro.

La peseta se individualizaba, no por su cifra como ocurre con los euros, sino por su moneda. Hoy podemos hablar de monedas de 1,2 o 5 céntimos de euro, de 1 o 2 euros. Para el resto es papel.

Pero la peseta era otra historia. De pequeños oímos hablar de la “perra chica” o de la “perra gorda”, en refranes que hoy subsisten en muchos de nuestros pueblos, como el que dice “para ti la perra chica”, cuando lo que se pretende es acabar una discusión, sin llegar a darle la razón al oponente, sino simplemente porque no se tiene ganas de discutir o porque el tema no merece la pena.

La “perra chica” en realidad era la moneda con menos valor del mercado,  (5 céntimos de peseta), que se citaba de forma indistinta con su hermana mayor, la “perra gorda” que equivalía a 10 céntimos de peseta.

Quienes superaban esas cifras, sobre todo en lenguaje de comerciantes y arrieros, era más propio decir el precio en reales, algo que a la intelectualidad de las ciudades le hacía poner en marcha la calculadora mental para multiplicar las cifras por 25. Si el precio eran 8 reales, en realidad se estaba hablando de 200 céntimos, 40 “perras chicas”, 20 “perras gordas” o simplemente 2 pesetas, porque el “real” tenía un valor de 25 céntimos de peseta. Algo que no ocurrió con la moneda de 50 céntimos, a la que inicialmente se le quitó el centro, dotándoles de una originalidad explosiva por su agujerito del medio, que solo volvió a darse con la moneda de 25 pesetas, acuñada ya, con la efigie del rey Juan Carlos I. Esa moneda de 50 céntimos se le conocía por su valor, “dos reales” o como y mucho se le decía “media peseta”.

La que nunca tuvo nombre fue la moneda de 2,50 pesetas. Eran raras de ver porque solo tuvieron una única edición en el año 1954.

El valor unitario de la moneda era por tanto “la peseta”, también conocida como “una rubia” entre los años 40 y 60. Esa misma moneda, con la efigie del dictador aún, cambiaba de nombre como cambiaban las generaciones juveniles, porque para los jóvenes de los años 70-80 era conocida como “una pela”, mientras en los 90 su nombre volvía a cambiar por el de “una cala”.

Eso no ocurría con las monedas de 5 pesetas, que siempre fueron “un duro” y llegaron incluso a poner nombre a las monedas de 25 pesetas (5 duros) y a las de 50 (10 duros). El duro fue incluso más allá de la moneda, porque a los billetes de 500 pesetas, se le decían “100 duros”.

Si con los euros el primer billete es el de 5, con las pesetas el primer billete era el de 100 al que se llamaba con frecuencia “una libra”.

Con el billete de 1.000 pesetas, ocurrió algo parecido a la moneda de peseta, y también cambió de nombre con los nuevos tiempos y modas, así que se le conoció como un “billete verde” que ese era su color y posteriormente como “un talego” o “un napo”.

Cuando las compras eran grandes, las cantidades no se decían por valor monetario, sino por valor “al peso”, así cada millón de pesetas, era definido como “un kilo”, por lo que la equivalencia de los 50 kilos eran en realidad 50 millones de pesetas.

Desde el mes de febrero de 2002, en España no hay más moneda que el euro y tampoco hay más nombres que este, salvo pequeñas minorías que hablan de “leuros” o “ebros”.

Sus monedas de céntimo, suelen ser molestas en las carteras. Pesan, abultan y no se consigue pagar nada con ellas, por lo que generalmente suelen ser apartadas en algún bote, rincón o cajón de casa y pocas veces se portan en el monedero. Tampoco se suelen llevar en la cartera los billetes de 100, 200 o 500 euros, a los que algunos nunca les han “visto el pelo”

Eso sí, nuestra actual moneda es mucho más internacional y evita tener que cambiarla en los viajes, ya que actualmente es utilizado los 20 países de la Unión Europea que lo han adoptado.

Solo queda por saber si a estos 22 años de euros se le sumarán otros 172 para alcanzar la longevidad que vivió entre nosotros la peseta.

P. Moratilla