El melodrama de la derecha: todo es un desastre hasta que lleguemos nosotros para salvar a España

Qué tesón, qué magnífico guion y que gran puesta en escena: casi resulta creíble. Hay que reconocer la maestría con la que los dramaturgos de la derecha española han llegado a manejar el melodrama, una obra de arte en la que, como marcan sus cánones, acentúan aspectos sentimentales, patéticos y lacrimógenos, todos ellos muy exagerados para provocar sus dirigidas emociones en el público.

El melodrama surgió hace ya cuatro siglos creando obras de escaso interés literario en las que se insistía en la cainita división de personajes, unos eran moralmente buenos y los otros, absolutamente malvados.

Cuando Díaz Ayuso habla de “Rescatar democráticamente a España”, ya sabemos de qué enemigo público consideran que deben salvarnos y para ello crean su propio melodrama, la hipérbole de un desastre y, obvio desenlace, se ofrecen como la única salida posible, los benefactores que sanarán de nuevo el país recuperando los restos del naufragio.

Es un gran melodrama con tintes de Comedia del Arte porque se enfrenta entre otras cuestiones a la verdad. Para su propio drama real, España va bien, mucho mejor de lo que ellos quisieran: las grandes empresas, los bancos obtienen enormes beneficios, tenemos récord histórico de empleo, invasión turística, mejora el PIB, suben los salarios de más de tres millones de empleados públicos, la economía crece pese a la ralentización de nuestro entorno. El resto de Europa está mirando a una España que también mejora en atención social, en sanidad y educación, aumento del salario mínimo y subida de las pensiones con el IPC. Esa es la realidad que tratan de ocultar con sus melodramas. Porque, de otra manera, nadie querría que vinieran a salvarnos de un falso naufragio virtual, de una España sin terrorismo que vive un momento de libertad y paz social envidiable, solo alterada por sus protestas y sus manifestaciones.

Que España vaya bien es precisamente lo que de verdad les duele a los dramaturgos de la derecha, no que nuestro país naufrague o no se rompa. 

Lo que más les molesta es no estar ahora mismo al frente de un país donde, gracias en parte a la buena gestión de sus enemigos, la economía y la vida van mejorando cada día. Hay mucho camino por recorrer en necesidades básicas reconocidas por la Constitución como la vivienda digna, pero también manda la Carta Magna devolver la libertad al órgano supremo de la Justicia para que los ciudadanos tengamos meridianamente clara su imparcialidad, algo básico en un país como el nuestro, aún con las puestas en escena de melodramas y un menú diario de crispación interesada.

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