El dilema actual de quienes mandan en el PP: una política menos teatral o cambiar a Feijóo por un o una líder aún más beligerante

El 18 de enero de 2024 se produjo un hecho insólito en España. Una gran mayoría de diputados del Congreso voto a favor de una iniciativa. Por 312 votos salió adelante la proposición de reforma del artículo 49 de la Constitución para eliminar de ella el término “disminuido”. 

Es realmente extraordinario este acuerdo casi unánime, aunque no lo es tanto que 32 diputados votaran en contra, los diputados de Vox que se negaron a dar su apoyo a algo tan evidente.

La oposición y, en ocasiones incluso partidos que se supone apoyan al ejecutivo, consideran que cualquier iniciativa que salga adelante en España y que beneficie a un colectivo o a una mayoría de ciudadanos, es una victoria del Gobierno, de Pedro Sánchez y eso les parece intolerable. 

Por ello se ha convertido ya en un clásico que el PP y Vox se opongan a cualquier medida que suponga un avance social. A lo largo de nuestra democracia, la derecha se ha opuesto a derechos como el divorcio, el aborto, el matrimonio homosexual e incluso acudió a los tribunales para que la justicia los cerrara el paso. Pasado el tiempo no solo los aceptaron, sino que muchos políticos de la derecha se divorciaron, abortaron y se casaron con personas de su mismo sexo.

En tiempos más recientes, la derecha española ha negado el diálogo y sus votos sobre otros numerosos avances sociales como la reforma laboral, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, la actualización de las pensiones conforme al IPC, la equiparación de los permisos de paternidad a los de maternidad, el impuesto especial a la banca y a las grandes eléctricas o la ley de vivienda. 

Se trata de una perversión de la política, de la moral, de la realidad, negarse a cualquier avance para no dar la sensación de que algo puede mejorar en España. La política artificial de la derecha española se basa en que absolutamente todo es un desastre en nuestro país y que deben llegar ellos al gobierno para resolverlo.

No existe pues diálogo, ni se suman inteligencias, ni fuerzas en un sentido positivo porque la consigna es también mantener un clima de crispación permanente hasta que con ellos en el gobierno se instaure por fin la paz. 

¿Da resultado este tipo de política? Puede que funcione a corto plazo, pero mantener en el tiempo desacuerdo y crispación permanente termina desgastando a los propios actores políticos en el escenario. No hay quien lo resista.

Dos datos ha aportado el último CIS en este sentido: Feijóo, el PP y Vox pierden fuelle y nueve de cada diez españoles se muestran contrarios al clima de crispación reclamando acuerdos y pactos de Estado.

Un tema de reflexión para quienes mandan en la derecha española: pueden optar por una política menos teatral y razonable para sumar fuerzas en favor de España o por una nueva huida hacia adelante sustituyendo a Feijóo por un o una líder mucho más beligerante. Ellos sabrán.

elObservadorDCLM