La Edad de Oro, de Miguel González Santos: "La no violencia de pensamiento, palabra o acción es nuestro reto de supervivencia"

Miguel González Santos (Breña Baja, La Palma) acaba de publicar su libro “La Edad de Oro. Manual post-pandemia”. El libro reúne un conjunto de reflexiones en distintos lugares, durante los últimos diez años. Miguel es Licenciado en Ciencias de la Información y doctor en Comunicación Audiovisual y pasa buena parte de su vida en la India donde descubrió que “la verdad no es única, ni tampoco patrimonio de la cultura judeocristiana de Occidente… la principal enseñanza es que allí aprendo a relativizar. Ellos son los maestros de la paciencia, no en vano tuvieron a un líder y político ejemplar como Mahatma Gandhi. Son también los hindúes trabajadores incansables pero más que nada conservan una visión integral y espiritual del ser humano. Tienen los pies en la Tierra, las manos en la sociedad, el intelecto hasta para viajar a la Luna y el corazón en la Divinidad”.

Miguel publicó la Edad de Oro en la India, en inglés y ahora presenta la edición en español.

Hablamos con Miguel sobre su Edad de Oro:

¿Cuál es para ti la gran enseñanza que recibimos tras la larga y aparentemente ya olvidada pandemia del Covid-19?

Creo que la unidad en la diversidad de la humanidad ha quedado clara, una vez más.

Somos interdependientes e iguales en esencia, aunque no en solvencia económica, lamentablemente. De ahí que nuestro único destino posible es la lucha por la igualdad para hacer de este mundo un planeta sostenible y habitable. Lo que les pase a nuestros semejantes nos afecta a todos, como podemos comprobar, globalmente, a cada instante. Lo que le hagas al otro te lo haces a ti mismo pues formamos parte de un mismo organismo. Por tanto, la no violencia de pensamiento, palabra o acción es nuestro reto de supervivencia. La coherencia y unidad en esos tres niveles de nuestra existencia humana es la base de toda evolución y reciprocidad por simple ley de causa y efecto.

¿A qué Edad de Oro te refieres y cuál es el oro en este caso?, ¿Qué es tu Edad de Oro?

Un mundo mejor es al que aspira toda la humanidad, no importa qué raza, credo o condición tengamos. A esa edad de oro me refiero en mi libro del mismo título. A la misma que aluden las más antiguas referencias espirituales en sagradas escrituras como el Mahabarata. Según dichas enseñanzas milenarias en las que se inspiran otras filosofías éticas, la humanidad ha vivido varios ciclos de miles y millones de años o yugas: el de la verdad o Sathya Yuga (Edad de Oro), el de la dualidad o Dwapara Yuga (Edad de Plata), el de la guerra o Treta Yuga (Edad de Cobre) y el de la confusión y la discordia (Edad de Hierro) o Kali Yuga en el que vivimos actualmente, con las más bajas cotas de moralidad.

Nos toca ya el sucesivo cambio de ciclo para la restauración de la ética y la moral y en él confío y tengo puestas mis esperanzas; en una nueva Edad de Oro, en una Edad de la Verdad. 

¿Cuál es ahora tu visión sobre el destino y el pasado, ¿quién lo diseña?, ¿quién lo ejecuta?, ¿es posible modificarlo y cómo?

Mi particular experiencia, que es de lo único que puedo hablar, es que nada se escapa a la ley de acción y reacción. La vida es una gran mesa de billar en la que a cada golpe de taco le siguen una serie consecuente de movimientos en cadena de las bolas. Tienes la libertad de jugar, de actuar, pero dentro de las bandas, dentro de las normas que marcan el juego y la vida: tu conciencia. El universo te permite usar tu libre albedrío, pero nada se escapa a las consecuencias de tus actos en la gran ley de la reciprocidad. Eso te permitirá actuar siempre en libertad y progresar en tus resultados por aprendizaje. Es decir, no hacer a otros lo que no deseas para ti. Esa es la única forma de corregir el pasado y de evolucionar como seres humanos desde el presente y hacia el futuro; porque somos capitanes de nuestra nave y dueños de nuestro destino. 

¿Cómo se aprende y para qué sirve darse cuenta de que la vida fluye como un río?

Ver fluir la vida como un río sirve para desapegarse de ella. Es decir, vivirla y disfrutarla, pero a sabiendas de que todo pasa y es efímero; como las nubes de verano. Nada permanece y, por tanto, nada nos pertenece. Somos solo administradores temporales de lo que se nos ha dado. Vinimos al mundo desnudos y nos vamos de él de igual forma. Vivimos solos y nos vamos solos, por mucha gente que tengamos en nuestro entorno; porque nuestra tarea es única, personal e intransferible. Nadie puede vivir tu vida por ti.

Pero si puedes vivir tu vida por los demás, que es la única misión por la que hemos nacido para realizarnos como verdaderos seres humanos. Eso es algo que podemos aprender de los demás seres que pueblan la naturaleza, ya sean árboles que entregan su fruto sin esperar nada a cambio, o abejas que generosamente y sin descanso nos regalan su miel.

¿Qué es lo más urgente que ahora mismo debe modificar el ser humano como persona y como sociedad?

Lo más urgente que debe reconocer el ser humano, actualmente, es ser conscientes de su naturaleza divina o trascendente. Entiéndase esto como mejor sepa y pueda cada uno. Pero lo cierto es que nuestra única y verdadera esencia es el amor; que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma en más amor. Esa energía es tan inconmensurable e inexplicable que nos hace excelsos. Ser seres de amor es nuestra verdadera e ineludible manifestación vital invisible e incontable, sin cuerpo ni forma, sin materia ni cualidad alguna a la que llamamos Dios. Somos eso, dioses vivientes con la capacidad de crear nuestro particular universo y hacer de él el paraíso en la Tierra. Seamos pues, cuanto antes, nuestra verdadera naturaleza: productores y consumidores de amor.

DCLM