La moderación, la tolerancia y los idiotas

“Por delicadeza me he perdido”, se lamentaba el poeta Arthur Rimbaud en su “Canción de la torre más alta”. 

Un día te caes de la torre de la tolerancia porque no estás dispuesto a seguir aguantando agresiones. La decisión tiene sus riesgos, tienes la sensación de haber retrocedido en un largo viaje de búsqueda de la armonía, la paz, la propia delicadeza, algunos de los alimentos indispensables para llevar una vida más honesta y más sana. Recuerdas entonces algunas frases que fueron modelando tu manera de afrontar la vida como “lo que comes es los que eres”, lo que sientes, lo que piensas, lo que proyectas a través de todos tus sentidos, tus emociones: en lo que estás es lo que pasa.

Y lo que pasa es que cuando entras en esa guerra puedes perderlo todo, te expones al mundo de la acidez y del cortisol con sus inexorables consecuencias, duermes mal, aumenta la presión y te expones un poco más a sufrir enfermedades crónicas en el corazón o en el cerebro. 

Piensas que debe existir un camino intermedio: no dejarte avasallar, pero no perder nunca la calma, responder con argumentos, pero sin alterarte y sin preocuparte.

Eso no es sencillo, mucho más cuando te toman por idiota e intentan venderte argumentos postizos mientras eres consciente de que detrás de ellos solo existen intereses.

Pasa en la vida y también pasa en la política. Especialmente. En España, la oposición al Gobierno lo ha hecho durante cinco años. Se ha sido muy tolerante, durante meses apenas se ha trabajado en desmontar sus bulos, sus falsedades, sus descalificaciones. Han creado una realidad paralela con un ejército de medios y de comunicadores. Muchos han dejado de juzgar la verdad para dedicarse a odiar a quien pusieron en la diana.

He leído una frase interesante atribuida a Dostoievski en un artículo de Gloria Gallas en este mismo diario. El tiempo pronosticado por el escritor ruso ya ha llegado.

elObservadorDCLM