Javier Fernández Ortea, director de las excavaciones de Caraca (Guadalajara): "La divulgación es un deber y un placer"

Se doctoró en historia y arqueología (2021) con una calificación de sobresaliente cum laude. Ha ejercido como arqueólogo profesional en numerosos proyectos en toda España, destacando –en Guadalajara– la dirección de las excavaciones en Caraca o la realización de la carta arqueológica de Sigüenza. Entre 2014 y 2017 dirigió la gestión del monasterio de Monsalud y de Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca). Acaba de publicar un nuevo libro, Alcarria Bruja, centrado en la brujería en Guadalajara.

¿Cuál fue la importancia de Caraca en el contexto imperial romano? ¿Por qué fue relevante la mencionada urbe?

El asentamiento tuvo una relevancia clave en el nudo de comunicaciones entre el centro y el sudeste la Península Ibérica desde épocas pretéritas. El control del vado que conectaba una y otra orilla del Tajo convirtieron a este punto en un paso imprescindible del transporte de personas y mercancías. En época carpetana, romana republicana y, especialmente, durante el Imperio, su ubicación estratégica permitió conectar urbes como Complutum y Segóbriga, estableciendo en Caraca una parada importante, a 40 kilómetros de una y otra ciudad.

¿Cómo os disteis cuenta de que en Driebes se podría encontrar el mencionado municipio?

Se trató de un proceso, más que de un hallazgo aislado. Se ha conjeturado desde el S.XVI sobre la ubicación de la Caraca descrita por Plutarco, y señalada por el anónimo de Ravena y Ptolomeo. Muchas fueron las propuestas de ubicación lanzadas tanto en Guadalajara, como en Perales de Tajuña, Córcoles, Taracena, Carabaña…En 1945 se halló un tesoro de 13,8 kg de plata de época prerromana durante las tareas de excavación del canal de Estremera. Sorprendentemente, no se llevaron a cabo estudios arqueológicos del entorno. En los años 80, los profesores Juan Manuel Abascal y Jorge Sánchez Lafuente realizaron una serie de prospecciones, donde localizaron un enclave con materiales relevantes y que pudiera ser asociada a la Caraca de los textos antiguos. Les siguieron otros especialistas, como Juan Carlos Guisado y María José Bernárdez, quienes también defendieron la tesis de la Caraca en el Cerro Virgen de la Muela.

En 2016, un equipo de arqueólogos –dirigidos por Emilio Gamo y un servidor– planteamos hacer un estudio monográfico sobre el yacimiento, donde se hiciera un análisis intensivo tanto de la superficie como del subsuelo. Hallamos material cerámico, vidrios y estucos en proporción directa con un enclave de importancia, además de numerosos sillares de grandes proporciones tanto en las laderas como reutilizados en la ermita de la Virgen de la Muela que solo podían corresponder a edificios de carácter público. A esta estratigrafía horizontal decidimos superponer un análisis del subsuelo a partir de un georradar. Los resultados de éste desbordaron todas las expectativas, pues en lugar de localizar una simple parada en el itinerario, se encontraron los restos de toda una civitas, con su foro, termas, tabernae y mercado. Un total de 23 manzanas se estructuraban en torno a un cardo y decumano. Estábamos ante un urbanismo complejo y singular, al que habría que sumar posteriormente el hallazgo de un acueducto que conectaba el manantial de Lucos con el yacimiento en tres kilómetros. Sin lugar a dudas, nos enfrentábamos a un yacimiento con mayor entidad de la prevista inicialmente.

¿Qué hallazgos habéis descubierto en las diferentes campañas arqueológicas que se han desarrollado hasta este momento sobre el terreno?

Resulta difícil resumir todo lo que hemos documentado y aprendido de estas intervenciones entre 2016-2022. En cualquier caso, las campañas de excavación nos han permitido conocer mejor tanto el urbanismo caracitano como el hinterland territorial dependiente inmediato. En la primera campaña de 2017 nos centramos en el foro de la ciudad altoimperial, que hemos datado en el S. I d.C. Identificamos un edificio público en dos pisos, uno superior con decoración estucada y cornisas de yeso y uno inferior o sótano, posible taberna. Del mismo modo documentamos un fragmento de decumano y un pórtico. En este último se halló, en una cota inferior, el asentamiento previo carpetano-republicano (S.II –I a.C). En el 2018, excavamos unas termas públicas de unas dimensiones cercanas a los 900 metros cuadrados construidas en la segunda mitad del siglo I d. C. y se destruyeron en un incendio a mediados del siglo II d. C. Pudimos verificar la existencia de una palestra al aire libre y la entrada a las primeras estancias con un suelo de cerámica de rombos cerámicos (opus reticulatum). También una natatio en un estado de conservación magnífico.

En 2019 excavamos una sección del acueducto de más de 150 metros con tramos intactos. Lo más relevante fue conocer el funcionamiento de esta estructura de ingeniería tan compleja pues encontramos tres piscinas limarias que tenían una doble función como decantadoras de los residuos sólidos del agua y ralentizadoras de la velocidad del caudal. Este año 2022 hemos llevado a cabo otra excavación de un tramo menor, de apenas 13 metros, pero muy importante para ratificar el recorrido de esta canalización.

Desde 2021 nos hemos centrado en la investigación de una necrópolis visigoda a los pies del Cerro Virgen de la Muela. Se trata de un campo relevante pues nos informa de otra etapa de poblamiento pues Caraca había sido abandonada calculamos en torno al siglo III o, máximo, a principios del siglo IV. Aún son incipientes los resultados, pero ya es posible conocer diferencias en el ritual de enterramiento en función de la fase cronológica. Nos gustaría en el futuro poder llevar a cabo analíticas de columnas edafológicas para conocer el tipo de economía agrícola y ganadera de estas comunidades, especialmente en contraste con sus congéneres anteriores.

Además, estáis haciendo una importante labor de difusión. Para ello, impulsáis diferentes iniciativas, como jornadas de puertas abiertas o diferentes conferencias y charlas. Sin embargo, una de las propuestas más curiosas es el concurso anual de murales que propiciáis en Driebes. ¿En qué consiste esta iniciativa?

Las conferencias, charlas y exposiciones son un deber y un placer. La investigación y el avance en el conocimiento tiene que llegar y repercutir en la población general y no solo en la comunidad científica. Es la manera devolver el apoyo.

Respecto al certamen Ruranos, es un concurso de grafitis que organiza el Ayuntamiento de Driebes bajo un lema anual o temática relacionada con el mundo antiguo. Nosotros como equipo arqueológico solo podemos aplaudir esta manera distinta e inclusiva de unir patrimonio cultural antiguo y moderno. En muchas localidades con yacimientos históricos se hacen reconstrucciones didácticas, y es magnífico. Pero en Driebes se optó por una propuesta más innovadora. Además, queda un museo al aire libre permanente donde uno puede ver a emperadores, empaparse en mitología o perderse entre edificios romanos.

Además de arqueólogo, también eres especialista en historia de la brujería en Guadalajara. De hecho, acabas de publicar un libro sobre esta temática, denominado Alcarria Bruja. ¿Qué relevancia tuvieron las prácticas brujeriles en tierras alcarreñas?

La magia y hechicería no son más que la forma de pensar prelógica y precientífica. Por tanto, fue la tónica dominante en un mundo ágrafo y agarrado a la superstición para sobrevivir. Imagina que todos tus actos están mediatizados por la voluntad divina, tu deseo será siempre mediar y mejorar tu posición al respecto. La Alcarria no es especial respecto a otros territorios. Sin embargo, al ser un territorio rural, lejano y que debía granjearse sus propias estrategias de supervivencia, fue muy afín a las prácticas heterodoxas. Muchas de las denuncias por estas circunstancias (aojar, maldecir o sanar) afortunadamente nos han llegado hasta nosotros en los archivos históricos. En este sentido quiero agradecer su trabajo a los profesionales tanto del Archivo Histórico Nacional como a los del Diocesano de Cuenca.

Julio Martínez García