TRISTES GUERRAS

El poema “Tristes Guerras” de Miguel Hernández, incluido en el “Cancionero y Romancero de Ausencias”, fue publicado por primera vez en 1958 en Buenos Aires, junto con sus últimos versos escritos entre 1938 y 1941, algunos de ellos en la prisión de la Plaza del Conde de Toreno de Madrid. Allí compartió cautiverio con el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, autor del retrato del poeta de Orihuela con el que todavía es identificado en nuestros días. Hernández, previamente condenado a la pena capital por un Consejo de Guerra, moriría en 1942 en la prisión de Alicante ante la incuria de los responsables políticos de la época que demoraron su ingreso en un hospital para ser tratado de la tuberculosis que lo llevó a la tumba. Su muerte no mereció un titular de prensa.

En 1972, treinta años después, Tomás Muñoz, a la sazón director general de CBS, -todo un personaje en el mundo de la edición musical, recientemente fallecido- y Rafael Pérez Botija, jovencísimo productor con algunos éxitos a sus espaldas, se presentaban en un Colegio Mayor de Madrid para escuchar a un grupo de estudiantes de la Complutense que habían alcanzado cierta notoriedad en los circuitos habituales de la música folk, interpretando espirituales negros y canciones folclóricas muy en boga en esos años. La sintonía fue inmediata entre ambas partes y las condiciones claras: CBS ofrecía un contrato a aquellos jóvenes y la propuesta de versionar a Dylan en castellano. 

El grupo -entonces se hacía llamar Antares- manifestó su entusiasmo con la primera parte de la propuesta, pero con la condición de presentar más canciones en un breve plazo para, entonces, decidir sobre el repertorio. El acuerdo se cerró con apretones de manos de los asistentes y días después con la firma de un contrato entre unos universitarios -rondaban todos la veintena- y una de las compañías discográficas más importantes del mundo, con Bob Dylan, Simon & Garfunkel y Leonard Cohen entre sus artistas más emblemáticos. El epílogo de aquel primer encuentro fue que, cumplido el término acordado Don Tomás Muñoz -el “Don” formaba parte de su tratamiento- aceptó grabar todas y cada una de las canciones que fueron sometidas a su consideración. Las versiones de Dylan y los espirituales quedaron para otra ocasión que nunca llegó.

Durante la primavera, en los Estudios Audiofilms y Kirios, bajo la dirección de Rafael Pérez Botija y la colaboración de Juan Vinader como Ingeniero de Sonido, se grabó un álbum con textos de Miguel Hernández, Rafael Alberti y Nicolás Guillén, poetas proscritos por el franquismo, el régimen político que gobernaba nuestro país. 

Era el otoño de 1972, hace ahora medio siglo, cuando se lanzó al mercado “Vientos del Pueblo” el primer disco de Los Lobos. El nombre del grupo fue decisión de CBS y aunque nadie se molestó en conocer la opinión de los interesados, lo aceptaron sin pestañear. Aquello era lo menos importante.

A pesar de que los textos de las canciones habían sido sometidos a la censura oficial -tramite imprescindible en aquellos años- superando el inicial escrutinio, el impacto obtenido por la canción que daba título al álbum, su irrupción en las listas de éxitos, calidad y superventas y el interés por aquella vibrante y emotiva canción debió generar el consiguiente nerviosismo en algunos despachos. La respuesta fue fulminante. Se prohibió la emisión de “Vientos del Pueblo” en todas las radios públicas españolas, entre ellas la omnipresente Radio Nacional de España, a la vez que se impedía la aparición de Los Lobos en Televisión Española, como es sabido la única televisión de la época. Solo dos años después, cuando el efecto inicial había sido aminorado, se permitió a Los Lobos pisar un plató y así poder interpretar sus canciones, algunas con maquillaje de los textos, impuesto por la “censura”. El programa se emitiría en UHF, una incipiente segunda cadena que solo podía verse en algunas áreas urbanas de Madrid y Barcelona. Una nueva censura, malamente disimulada. Las limitaciones de difusión pública, y en ocasiones de actuación del grupo, lastraron la distribución del disco aunque la canción que lo encabezaba se había convertido en todo un himno para la oposición democrática.

Tras tres años de ostracismo, cuando Franco agonizaba, Los Lobos grabaron un segundo álbum “Y todavía respiramos”, de nuevo con textos de poetas de los denominados “comprometidos” como Nicolás Guillén, Gabriel Celaya y letras propias. Eran momentos de cambio y de crisis para la denominada canción de autor y para los llamados “cantautores”.

 La conclusión de sus estudios universitarios y la incorporación a la vida profesional puso término a aquella experiencia sin perjuicio de esporádicas actuaciones en algunos conciertos recientes, compartiendo escenario con Aguaviva, un referente en esta clase de música.

En el 50 aniversario de la publicación de “Vientos del Pueblo”, Los Lobos han vuelto al estudio para grabar una canción de aquel primer disco. La elegida ha sido “Tristes Guerras” de Miguel Hernández y música de Alberto Pérez, amigo y colaborador del grupo, destacado bolerista y participe junto con Joaquin Sabina y Javier Krahe en aquel disco memorable, grabado en directo en La Mandrágora, el mítico local que dio su nombre al álbum. 

El objetivo de esta renovada grabación de Los Lobos es conseguir que las palabras de Hernández puedan ser escuchadas y divulgadas sin los problemas de antaño y servir de homenaje a las personas que en tiempos difíciles les apoyaron.