Ucrania y Chanel

Lo más contundente me lo dijo un amigo bastante comprensivo: “La canción de Ucrania no se la habría puesto yo ni como tortura a los presos de Guantánamo”. Luego me explicó que Eurovisión es un festival que John Lennon bautizó como el cementerio de la música pop y a partir de ahí todo fueron alabanzas hacia el regalo que nos hizo Chanel, una actuación impecable que podría haber ganado, dijo, Eurovisión, una bendición para todos los españoles después de tantos años, tantas mascarillas, tanto odio al otro y tan poco amor a nosotros mismos y al vecino. Chanel nos ha dado un respiro, nos ha devuelto un poco de la dignidad perdida, algo de paz y de confianza, pero lo más importante, añadió mi amigo, es que ha exhibido tres minutos y medio de autenticidad, de la genialidad que emerge de un trabajo intenso y verdadero, un espectáculo real frente a tanta postura e impostura, irrealidad y frentismo, el agradecimiento nos salió a todos del alma y eso hoy es un regalo inolvidable.

Y lo dijo sin exhibir un nacionalismo rancio como aquellas manifestaciones artísticas sin fronteras, un regalo, dijo, universal.

Mi amigo repetía la palabra regalo pero no he dicho y lo he dejado para el final que lleva más de quince años en España, que vino de Ucrania y que está ayudando a compatriotas refugiados que intentan rehacer sus vidas entre nosotros sin saber si algún día podrán o querrán regresar a su país invadido por por un loco inhumano y fanático. "Y puede que lo único bueno del triunfo de la canción de mi país es que le haya causado un poco de acidez de estómago".

elObervadorDCLM