Tik Tok y Gutenberg

El universo de expande pero el ser humano se resume, se aleja de la galaxia de Gutenberg donde la palabra quedó impresa en papel, aquellas largas historias de amor y de guerra, los relatos, los viajes, la fijación, el diálogo. Era una manera de conocer otras vidas, otros mundos, saber cómo pensaban otras personas, enriquecernos, deleitarnos con su manera especial de contar las cosas, la estructura del lenguaje, los viajes por la imaginación, el realismo mágico, el surrealismo, allá va el olor de la rosa. Estamos en el Tik y el Tok y ya no interesa todo lo que supera unos segundos, pasamos con el dedo de ventana a ventana, la mirada indiscreta. Vivimos en el espectáculo de la paja en el ojo ajeno, con poca paja porque nadie se detiene, porque no se mira a los ojos del otro, se pierde el esmero, la fijación, la concentración, la delectación, los detalles de una larga historia como son las vidas que fluyen llenas de sorpresas, de miedos, de incertidumbre, cucharadas de felicidad con las que remover el café de cada mañana. Vivimos en medio de destellos de estrellas fugaces que pasan a toda prisa dejando una estela de casi nada, de recuerdos vacíos en una rápida huida hacia delante. Quedan, eso sí, emociones efímeras, curiosidades eróticas, regalos de belleza o de exuberancia, consejos que sirven de poco o de nada y a veces algún regalo de buen gusto, de ingenio, de inteligencia. Vamos de un lado a otro, viajamos mirando las pantallas de nuestros móviles, viendo una película y mirando a los ojos de nuestros móviles, hablando poco o nada y viendo las mirada de nuestros móviles. Las nuevas generaciones apenas hablan, ni siquiera por el móvil siempre pegado a su mano, despachan a toda prisa mensajes, caritas.

En aquella Galaxia de Gutenberg que se aleja de nosotros desde los principios del siglo XV, pudimos deleitarnos con lecturas como Samarcanda: 

“En nuestros días, los viajeros tienen demasiada prisa, prisa por llegar, por llegar a toda costa, pero no se llega solamente al final del camino. En cada etapa se llega a alguna parte, a cada paso se puede descubrir una cara oculta de nuestro planeta, basta con mirar, con desear con amar.”

O aquellos versos de Juan Ramón Jiménez:

“No corras, ve despacio / que a donde tienes que ir / es a ti solo.

Ve despacio, no corras / que el niño de tu yo / recién nacido, eterno / no te puede seguir”.

elObservadorDCLM