La destrucción del contrario como único argumento para llegar al poder

A la vista de la oposición realizada en los últimos años al gobierno de Sánchez, puede pensarse que el poder se trata de conseguir destruyendo al contrario. Esa es una de las principales claves y consignas de nuestra vida política. Genera enfrentamiento constante y no suele propiciar que el electorado premie las cualidades de un líder o de una organización política que brillen por su inteligencia o por su esfuerzo. 

Destruir al contrario no significa muchas veces que quien lo consiga atesore más carisma o capacidad para mejorar la vida de un país o de un pequeño pueblo. Demuestra como mucho que ha conseguido que cuaje un discurso crispado y reunir un ejército de intereses suficiente para destruir. No su capacidad para crear, entre otras cosas porque, además, ha adquirido una hipoteca que debe pagar a quienes le han apoyado en la contienda.

Esto no significa que un partido deba transigir con la corrupción para evitar el frentismo, todo lo contrario. 

Llevamos ya suficientes años viviendo el acoso permanente al contrario como para darnos cuenta de la autenticidad de un líder y de un partido que ofrecen valores reales para construir, en vez de solo descalificaciones para destruir.

Lo peor es que el frentismo como único argumento necesita sembrar el odio de la población para que triunfe su política de acoso y esa mala sangre se ha contagiado ya en muchos sectores de la sociedad que nunca valoran lo positivo y se mantienen firmes en su obcecación sin sospechar que están siendo utilizados.

 En los últimos años, los frentistas han encontrado para ello un nuevo arma: el populismo que se difunde a través de las redes y que no duda en utilizar bulos, mentiras o medias verdades dirigidas contra un enemigo creado por el simple interés de ocupar su lugar cuanto antes.

La confusión sembrada en este proceso es enorme, igual que la falta de autenticidad que en ocasiones produce opositores poco capaces que son verdaderas caricaturas de políticos: solo se dedican a protestar, a poner obstáculos o rebuscar siempre el lado negativo de cualquier gesto o iniciativa política para descalificar a quien gobierna.

Otra consecuencia perversa de esta política de acoso es la falta de unidad, de apoyo al gobierno al menos en momentos críticos como la pandemia. 

Quien no consigue destruir al contrario en un prudente periodo de tiempo se quema y es sustituido por otro con la misma tarea, o si no que se lo expliquen a Pablo Casado.

Falta comprobar ahora el comportamiento del nuevo PP tras acabar con Casado que no fue capaz de conseguirlo.

elObservadorDCLM