INDULTOS. DEL ABSURDO A LA NADA, SIN SOLUCION DE CONTINUIDAD.

No acabo de entender muy bien esto de que los indultos pueden ser de izquierdas o de derechas según quien los reciba y según quien sea el Gobierno que los aplique.  Tampoco acabo de entender que se considere progresista e ideológicamente de izquierda la defensa de los nacionalismos. 

Este país sigue tan sesgado por lo acontecido entre 1931 y 1939 que es incapaz de ver una historia diferente, o soluciones distintas a los problemas políticos que acontecieron entonces. 

La cuestión catalana es tan antigua que se remonta mas allá de la Unión de Reinos que supuso el matrimonio de Isabel de Castilla con Fernando de Aragón, lo queramos ver o no.  No solo porque Fernando, tras casar con Germana de Foix, buscó el hijo en cual pudiese descansar la corona de Aragón.  Tampoco la fatídica y ficticia fecha del 11 de Septiembre de 1714 supone una novedad en la historiografía de Cataluña, que sucedió a ese  otro levantamiento,  el Corpus de Sangre, del 7 de Junio de 1640, y que originó la subsiguiente Guerra dels Segadors acontecida entre 1640 y 1652.

Y, efectivamente, durante la Republica, Cataluña fue fuente de conflicto, primero al proclamarse por Maciá, el Estat Catalá, dentro de la Republica Federal Española, y luego tras la sublevación de Companys en Octubre de 1934.

El General  Franco acabó con las instituciones catalanas y con la democracia tras una cruenta Guerra Civil, pero no terminó con el  problema a pesar de los años de dictadura que sufrimos.  

En 1977, con el regreso del Presidente de la Generalidad en el exilio, Josep Tarradellas, se restableció la institución catalana, que luego se conformaría en un Estatuto de Autonomía, enmarcado en la nueva Constitución de 1978. Parecía que el consenso logrado en la elaboración de la Carta Magna ponía fin a una constante de conflicto, al encontrar la manera en que Cataluña convive en España. 

Sin embargo, la crisis económica de 2008, los desatinos de la derecha españolista por construir un relato frente al “separatismo catalán” al grito de “¡España se rompe¡” dieron al traste con cualquier posibilidad de actualización de las instituciones catalanas, y por tanto de renovar el encaje de Cataluña en España. El nuevo Estatut fue recurrido ante el Tribunal Constitucional por el Partido Popular, que inició una recogida multitudinaria de firmas por todo el Estado en su contra, y declaró el boicot a los productos catalanes. 

Cuando en 2011, el PP gana las elecciones el caldo de cultivo para el nuevo conflicto está servido. El dontancredismo de Mariano Rajoy hizo imposible cualquier solución. Todo se fue enconando más y más, hasta el punto de que los nacionalistas llegaron a realizar dos referendos, y unas elecciones plebiscitarias, con el fin de obtener el respaldo de la población a sus demandas de independencia. La tensión creció y creció, y el independentismo pasó de ser socialmente testimonial a tener la mayoría parlamentaria en la Cámara catalana. Nadie ha hecho tanto por el crecimiento y la causa del independentismo en Cataluña como el Partido Popular, primero con José María Aznar que vió en el anticatalanismo una fuente de votos en el resto de España, y luego con Mariano Rajoy, que también quiso aprovechar esa circunstancia para consolidar su poder, aunque eso fuese a costa de una progresiva y casi desaparición de su partido en Cataluña. 

Por el contrario, el independentismo, al igual que sucedió durante la República, percibió como el enfrentamiento con la derecha españolista les radicalizaba y hacia aumentar su representación, tanto en el Parlamento catalán como en el Congreso de los diputados, hasta el punto de condicionar la política española.  

La cuestión catalana no es una cuestión ideológica nada mas que para la derecha española,  aún imbuida de aires imperiales. Para los partidos independentistas la “nación catalana” está por encima del conflicto partidista, de tal forma que son capaces de unir en un solo Gobierno – no sin fuertes tensiones en su lucha por la hegemonía – a partidos antisistema y gentes de izquierda, con todo un espectro de la derecha mas soez, recalcitrante y corrupta. Una derecha catalanista heredera directa de aquella otra con la que José María Aznar llegó al  Pacto del Majestic, en un reparto infame del poder político y territorial. Cataluña para Pujol. El resto de España  para el Partido Popular. De esos insensatos polvos de los que Aznar nunca se arrepintió llegaron los lodos de después. El nacionalismo insaciable de la derecha quería todo el poder político y económico para ellos. 

Por el contrario, la izquierda, con ese “halo de buenismo” absurdo se sustrajo, en España y en Cataluña, a los deseos de quienes siempre habían mandado, aquí y allí, alentando una suerte de identificación de la “izquierda” con los valores del nacionalismo. Algo que no pude estar mas lejos de la realidad y del pensamiento igualitario y solidario del pensamiento progresista. 

Ya lo decía Ortega y Gasset en el discurso que pronunció durante el debate del Estatuto Catalán en las Cortes de la República : “yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles”. 

Pues bien, para conllevar el problema hay que dialogar y ceder, pero por ambas partes,  pero ¡Cuidado¡, la mansedumbre del Estado no puede dejarse perder por la voracidad insaciable del independentismo. O somos capaces de una entente cordial o España tendrá un grave problema. 

La derecha nacional, cada vez más radicalizada, ha sido incapaz de comprender una España  diferente de la que nos legó Franco. En la derecha española, paradójicamente, solo Manuel Fraga Iribarne, siendo presidente de Galicia pareció entender que había que redefinir el concepto de España y dar al país nuevas estructuras, mas cercanas al modelo alemán. 

Es cierto que Pedro Sánchez puede estar en el error de conceder el indulto a los presos del “procés”. No sabemos bien si lo hace porque considera indispensable buscar una salida a la cuestión catalana, o porque es fruto -como dice la derecha- de ese relato manido donde todo se mide en términos de “poder”, para perpetuarse en La Moncloa.

Pero lo cierto es que el Partido Popular, atrapado entre las garras de la derecha neofranquista y excluyente, es incapaz de ofrecer ningún tipo de alternativa a un problema que ellos mismos procuraron alimentar. Las manifestaciones ya no valen, las recogidas de firmas no valen, el anticatalanismo no vale. Tampoco vale el absurdo como alternativa, ni ofrecer la “nada” como única solución. El problema es bastante mas complejo como para que Casado, o la “niña” Ayuso se dediquen a contemplarlo como una cuestión estratégica de partido mas que como una cuestión de Estado.

Menipo de Carpetos