Lo que esconde la ira

Se debate estos días sobre la conveniencia o no de caer en las provocaciones de personas que plantean los debates o los diálogos de forma hostil, tono elevado, constantes interrupciones o desplantes airados. 

Parece que más allá de la polémica de entrar o no al debate en un plano de acritud, la cuestión estriba en lo que realmente hay detrás de esas provocaciones, lo que esconde la ira. 

Además de tratar de fomentar el enfrentamiento y las salidas de tono, la clave parece estar en que detrás del formato existe un enorme vacío argumental: no hay nada o, como mucho, cuatro consignas que deben repetirse para llamar la atención o estallar un debate en el que se deberían confrontar ideas, comparar modelos políticos y detallarse los buenos o malos resultados de las políticas que ha llevado a cabo quienes han estado gobernando. 

Cuando eso no sucede es que hay gato encerrado. Bien porque la gestión política ha dado unos resultados mediocres o los peores de España como ha sucedido en Madrid con la pandemia o bien porque no interesa que una mayoría del electorado sepa lo que un partido político hace cuando gobierna como recortar la sanidad, la educación pública y los servicios sociales.

Perros o podencos, la misma estrategia es la que Cospedal instauró en el PP de Castilla-La Mancha: cada día todos sus portavoces exigen, increpan, exageran o mienten. 

Crear un clima de ira es, en definitiva, levantar una cortina de polvo en un desierto de ideas que en realidad oculta la verdadera política que han realizado o que piensan llevar a cabo si llegan al gobierno porque entonces se descubriría que van a beneficiar a una minoría y con esa gestión nunca obtendrían los votos necesarios para gobernar.

elObservadorDCLM