El año que vivimos peligrosamente

Dos mil veinte ha sido una auténtica pesadilla, un mal sueño interminable en el que todos hemos vivido en peligro. Pero, haciendo un recuento en diciembre, el año se va como si apenas hubiera existido, un suspiro de año donde sin embargo han ocurrido muchas más cosas que en un año habitual. En marzo hicimos acopio de papel higiénico, echamos mal de ojo a los chinos, nos encerraron en casa, aplaudimos a las ocho, la derechona utilizó al virus para tratar en vano de tumbar al gobierno (ya solo les queda la esperanza de que las vacunas tengan efectos secundarios); las cifras eran personas que lo pasaban mal, muy mal, todos tuvimos síntomas reales o no, vivimos de lejos o de cerca la muerte de familiares o amigos sin despedidas, salimos a la calle, incorporamos las mascarillas a nuestro paisaje habitual, respiramos un poco durante el verano, llegó la segunda ola, las cifras se deshumanizaron y finalmente, llegó la vacuna, domingo 27 de diciembre. 

Como suele suceder, el año ha sido mejor para unos que para otros en lo que más importa, la salud y la economía, la bolsa y la vida que siempre han estado ahí, reclamando su atención, una en detrimento de la otra. Vivimos paradojas que hicieron aflorar rostros verdaderos: quienes dicen defender la vida y se sitúan contra el aborto y la eutanasia, se pusieron siempre al lado de la economía.

Seguramente el año 2020 irá adquiriendo su verdadero peso cuando se convierta en recuerdo o en historia, cuando la pesadilla deje de ser auténtica para convertirse en el año que vivimos peligrosamente.

elObservadorDCLM