El populismo charlatán

La inteligencia debería ponernos en guardia sobre quiénes intentan recibir nuestro apoyo mediante el populismo. Pero esa tendencia política que asegura defender los intereses del pueblo todavía funciona. Se trata de un mensaje simple o simplista en el que priman los planteamientos emocionales sobre los racionales. Un ejemplo claro lo tenemos en los políticos regionalistas que durante muchos años han triunfado con mensajes ombliguistas o victimistas: somos los mejores pero no nos quieren. 

El terreno político está ya tan embarrado que resulta muy difícil distinguir entre quienes realmente siguen una línea de trabajo que va a beneficiar a una mayoría de ciudadanos y los que recurren al rico repertorio de la demagogia para incentivar los más elementales instintos como el odio al extranjero al tiempo que incentivan otros como la misoginia. En el mundo de la economía existe también el populismo de quienes ofrecen programas o inversiones que son la panacea pero que luego, al plasmarlo en unos presupuestos reales, se descubre que fueron cifras para ganar las elecciones pero absolutamente inviables.

Hay líderes populistas como Trump que dominan las emociones de sus votantes y que han sabido también abrirse paso en el proceloso mundo de los negocios. 

Un político populista encargará a un subordinado que elabore un informe sobre las demandas insatisfechas. El problema es que el populista las utilizará incansablemente pero nunca llegará a articular un proyecto real para satisfacerlas. 

El político populista extenderá la idea de que todos los partidos son iguales, el rechazo a toda la clase política y la desconfianza en todos menos en ellos que son los únicos y los que realmente defienden al “pueblo”. Ese pueblo que busca respuestas ante el malestar general, ante los políticos corruptos y termina por caer en manos de los charlatanes.

Uno de los peligros del populismo o del populismo regionalista o tribalista es que su mensaje debe ir siempre in crescendo y del “no nos tienen en cuenta”, pasan al “se van a enterar” y de ahí a la calle incendiando el mobiliario “del pueblo”. O matando a gente.

Cuando Trump ha ido por detrás en las elecciones ha asegurado con autoridad que se estaba produciendo un enorme fraude y ha pedido parar el recuento.

Hay populismo de todos los signos y es complejo detectar la luz entre tanto ruido. Una de las guías para la razón es detectar quien cumple con sus promesas de mejorar en lo posible la vida real de los ciudadanos.

elObservadorDCLM