El viaje cercano por los caminos de Castilla-La Mancha

En ocasiones son ciudades elevadas sobre míticos cerros, otras son tradiciones que se iniciaron como labores artesanales, un legado artístico que nació de la utilidad de crear un cuenco, moler la harina, revestir de cerámica una pared o un banco, repetir cada año una celebración hasta convertirla en tradición que con el paso del tiempo define la forma de ser de un pueblo, su autenticidad, su mejor manera de mostrarse ante el resto del mundo.

Otras veces es una naturaleza que se recrea en la fuerza creadora de los cuatro elementos, la tierra, el fuego, el agua y el viento. 

LOS CAMINOS Y LAS ASPAS DE LOS MOLINOS

La tierra regala los caminos por donde viaja el ser humano en busca de un destino y de aventura. A lomos de un rocín llegó el caballero para enseñarnos a perseguir nuestros sueños, a no desfallecer ante la adversidad, a seguir siempre adelante: “Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, mas el esfuerzo y el ánimo será imposible”.

Castilla-La Mancha está llena de caminos y de aspas de molinos. Muchos filósofos y poetas han comparado la vida con un camino porque quien vive anda, busca, descubre, se deleita y es capaz de volver la vista atrás para saber de qué caminos llegamos y a qué camino nos dirigimos. En nuestra tierra existen huellas prehistóricas, legados de romanos, visigodos, musulmanes y cristianos. Nos detuvimos en el esplendor del imperio y todo aquel legado se ha ido enriqueciendo con generaciones esforzadas que han desbrozado campos, arado de sol a sol, construido y adornado, salvando ríos para llegar al otro lado: “El puente es un atleta: / de un vigoroso salto/ cruza el arroyo manso/ con el camino a cuestas” (Alfredo Mario Ferreiro).

LAS CIUDADES FASTUOSAS DE TOLEDO Y CUENCA

El mundo entero conoce las ciudades fastuosas de Toledo y Cuenca, la una también alzada sobre los estratos al borde de los caminos de su pasado, las dos bañadas por ríos, la encantada un mirador donde se alzan sobre farallones sin mares casas colgadas que también son ojos asomados a la hoces del Júcar y el Huécar; la una ciudad de estrechísimas calles llenas de encanto, laberintos iniciáticos para pintores, poetas como Alberti, Lorca, Buñuel, creadores de la Orden de Toledo siguiendo la estela romántica de Bécquer, laberinto simbólico de “La arboleda perdida”, el Toledo misterioso y enigmático donde perderse primero en la confusión para después dejarse atrapar por la quietud de la belleza: “Después subíamos a la ciudad para perdernos en el laberinto de sus calles acechando la aventura…Nos paseábamos por las calles, leyendo en voz alta poesías que resonaban en las paredes de la antigua capital de España, ciudad ibérica, romana, visigótica, judía y cristiana” (“Mi último suspiro”. Buñuel).

“LA CIUDAD ALUCINANTE DE LAS ROCAS RAÍDAS POR EL TIEMPO”

Dos ciudades míticas y mágicas, Toledo alzada sobre las Cuevas de Hércules, Cuenca, ciudad también de escritores y de pintores como Rusiñol, Sorolla o el cubano Wifredo Lam que descubrió la ciudad de las casas colgadas a González Ruano y a Alejo Carpentier: “La ciudad alucinante de las rocas raídas por el tiempo”. Alberti estableció una relación entre los hallazgos casuales de su creación literaria y las sorpresas caminando con los ojos bien abiertos por el laberinto de Toledo, los pintores de los años 50 y 60 encontraron en Cuenca el germen de la audacia. La vanguardia de la abstracción también pensó en el camino y el caminante cuando a la vista de Cuenca nubló su mirada y nombró como “El Paso” a un grupo de artistas a los que la ciudad atrajo con su magnetismo: Zóbel, Saura, Torner, Chirino, Millares, Mompó, Tapies, Canogar, Sempere…La extraordinaria aventura de crear el Museo de Arte Abstracto Español que ya cumple 54 años.

LAS MINAS MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO, LAS PINTURAS DEL ARCO MEDITERRÁNEO

Toledo y Cuenca son Patrimonio de la Humanidad y, extendiendo ya la mirada a otros caminos de Castilla-La Mancha, encontramos en Almadén (Ciudad Real) las minas más antiguas del mundo que comenzaron a ser explotadas por los romanos. También son Patrimonio de la Humanidad como las pinturas rupestres del Arco Mediterráneo en cuevas y abrigos de Almansa, Ayna, Hellín, Letur y sobre todo Nerpio, en Albacete; Minglanilla y Villar del Humo, en Cuenca y los dos yacimientos de Rillo del Gallo, en Guadalajara.

LA CERÁMICA Y LAS TAMBORADAS

A principios de diciembre del año pasado, la Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad la fabricación artesanal de cerámica de estilo talaverano de las localidades de Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo. La decisión se adoptó en Bogotá: “Los procedimientos de fabricación, decoración y esmaltado de este tipo de cerámica siguen siendo artesanales e idénticos a los practicados en el siglo XVI”. Según la declaración, cada uno de los más de 40 talleres posee “una identidad propia”.

En noviembre de 2018, la Unesco concedió el mismo título a las tamboradas de Agramón, Hellín y Tobarra, en Albacete: “Este elemento de patrimonio cultural engendra sentimientos de respeto mutuo entre sus practicantes”.

DE LAS SIERRAS A LAS PLANICIES

Junto a estos destinos imprescindibles, el viajero puede y debe buscar los pueblos y ciudades con encanto que salpican toda la geografía castellano-manchega. Desde las sierras más agrestes hasta las planicies manchegas, el listado es espectacular, amplio y variado. Podemos nombrar pueblos como Alcaraz, Letur, Riópar o Alcalá del Júcar en la provincia de Albacete; Sigüenza -que opta a estar pronto en el selecto grupo de ciudades Patrimonio de la Humanidad­-, Atienza, Hita, Brihuega, Mondéjar, Pastrana, o los pueblos de la Arquitectura Negra en  la provincia de Guadalajara;  Alarcón, Uclés, Belmonte o San Clemente en Cuenca; Villanueva de los Infantes, Almagro o Campo de Criptana en la provincia de Ciudad Real; y Consuegra, Oropesa, Tembleque, u Ocaña en la de Toledo. Debemos también reservar tiempo para visitar Albacete, Guadalajara y Ciudad Real, dinámicas capitales provinciales, y las vibrantes ciudades de Talavera de la Reina y Puertollano.

LA MAGIA ESPECIAL DE LO DESCONOCIDO

Además, hay en la región rincones dispersos, aislados, con esa magia especial de lo desconocido, que nunca defraudan, y que encierran una delicada riqueza patrimonial. Algunos ejemplos de ello son la iglesia de San Juan Bautista en Alarcón (Cuenca) con sus espectaculares pinturas murales que le han valido el reconocimiento de la UNESCO; la iglesia de Santa María de Melque en San Martín de Montalbán (Toledo), un auténtico tesoro de origen visigodo; la ermita de Santa Coloma en Albendiego (Guadalajara), con su sobrio estilo románico; la ermita de Nuestra Señora de Belén en Liétor (Albacete) y sus exquisitas pinturas del siglo XVIII; o el monumental Monasterio de Uclés (Cuenca).

CASTILLOS, FORTALEZAS Y PARQUES ARQUEOLÓGICOS

Todos estos destinos y tantos otros que merece la pena descubrir, son auténticos viajes en el tiempo que se convierten en pequeñas aventuras históricas en el caso de los castillos y fortalezas que se levantan en sobrecogedores parajes por todos los rincones de Castilla-La Mancha. Y si de patrimonio hablamos no podemos olvidarnos de las historias fabulosas y sorprendentes que nos transmiten las seculares piedras de los parques arqueológicos de la región: Segóbriga, una de las ciudades mejor conservadas de lo que fue la Hispania romana; Carranque, con una fabulosa colección de mosaicos romanos; Alarcos-Calatrava, entre cuyos muros todavía resuenen los ecos de la Reconquista; y Recópolis, un tesoro de la cultura visigoda.

LA RUTA DEL QUIJOTE Y LOS MOLINOS

Mención aparte merece el viaje por la Ruta del Quijote. Las aventuras narradas por Miguel de Cervantes en su obra son conocidas en todo el mundo y con ellas la comarca de La Mancha ha alcanzado fama universal. Blancos molinos, llanuras de horizontes infinitos, antiguas ventas, pueblos encalados, viñedos sin fin y singulares humedales ofrecen al viajero un variado y rico abanico de posibilidades para hacer del camino una experiencia inolvidable. La riqueza patrimonial y natural de esta ruta se descubre a cada paso en el alcaná de Toledo; en las planicies y cielos azules recortados por los molinos de Consuegra, Alcázar de San Juan, Mota del Cuervo o Campo de Criptana; La Casa de Dulcinea, los blancos muros de El Toboso; en la Cueva de Montesinos de Ossa de Montiel; la Cueva de Medrano, en Argamasilla de Alba; en las bellas Lagunas de Ruidera; en las ventas, como la de Puerto Lápice; en los Campos de Calatrava y Montiel; en las tierras próximas a Sierra Morena... Lo mejor para conocer a fondo estos rincones es guardar en el equipaje un ejemplar de la novela. Será la mejor guía para disfrutar de este recorrido literario-turístico por Castilla-La Mancha.

Y tras la ruta, sea cual sea el destino elegido, al viajero le espera la sorprendente gastronomía castellanomanchega, sus excelentes vinos, y una oferta hostelera cercana, variada, y de calidad.

Ahora es el momento de iniciar el viaje, dejarse deslumbrar por los blancos jalbegados que reflejan la radiación solar y consiguen al tiempo que el interior de las casas sea más fresco como lo es también el color del añil en los zócalos de las fachadas, puertas y ventanas. Cuentan que así se pintaban de azulete las fachadas de las casas manchegas donde habitaban mozas solteras. 

El azul también fue colorante de telas que compiten con el color de los cielos de veranos como este en Castilla-La Mancha.

DCLM