Es fácil odiar a Donald Trump

De entrada su rostro no suscita ternura, ni paz, ni confianza. Asusta que sea el presidente electo del país más poderoso del planeta. Es fácil odiar a este personaje elegido democráticamente en Estados Unidos que no solo es un país rico y cuna de enormes creadores en el mundo del cine, de la música, del deporte, de la empresa… Trump es la cara de la otra América profunda con el odio racial y el negocio de las armas como principales características. 

Sabíamos que no podía irle bien con el coronavirus a este país que además enarbola la bandera del negocio a costa de la salud o la enfermedad. No existe sanidad pública y hace falta mucho dinero para ir a un hospital cuando se tienen síntomas. Como Trump es de los que minimizó al máximo la pandemia de la gripe china y hasta ayer se ha negado a llevar mascarilla, la gente sale a la calle a contagiar cada día a miles de norteamericanos. Ocho millones setecientos mil contagios y cerca de 19 mil muertos. El presidente del país más poderoso del planeta llegó a aconsejar a sus ciudadanos que bebieran lejía y lo peor es que algunos lo hicieron y tuvieron que ser atendidos por el remedio que fue peor que la enfermedad. 

Es fácil odiar a Donald Trump quien consideró en febrero que el virus “se desvanecería como un milagro” y ahora insiste que “va a desaparecer en cualquier momento incluso sin vacuna” y, por ello, no deben adoptarse nuevas medidas ante los rebrotes: 40.000 casos diarios por el repunte en estados del sur y del oeste como Florida, Texas, California y Arizona. Los expertos aseguran que el control de la pandemia está lejos.

En un arranque de cordura y buen humor, ahora reconoce que está a favor de las mascarillas: “mucha gente me ha visto llevando una y les gusta cómo me queda. Me gustó cómo me quedaba. Pensé que estaba bien. Era una mascarilla oscura, negra y pensé que me quedaba bien", dijo.

Es fácil odiar a Donald Trump cuando ha decidido acumular todo el suministro mundial de remdesivir, el medicamento usado contra el ébola que parece acortar la enfermedad del Covid, sobre todo en los casos más graves. Estados Unidos acapara el cien por cien de la producción de este medicamento del laboratorio Gilead que ha garantizado medio millón de tratamientos para los próximos tres meses.

La decisión ha suscitado críticas por el monopolio del fármaco en un solo país que es el más poderoso del mundo: ¿qué pasará cuando se descubra la vacuna?

En Donald Trump no caben más sandeces ni incongruencias, pero tampoco más prepotencia y por eso suscita temor y odio. 

No sabemos si los norteamericanos querrán repetir la experiencia en las próximas elecciones.

elObservadorDCLM