Es fácil odiar a Leo Messi

Ha vuelto el fútbol pero muchos de los aficionados se lo teletrabajan en sus casas. Si no estás muy pendiente, parece que hay público en las gradas con ese multitudinario murmullo de fondo, los himnos, las contrariedades con las decisiones arbitrales… Dejamos que la tele nos engañe porque el silencio en la catedral y las gradas vacías podrían convertirse en una distopía indeseable y más increíble aún que todo lo que estamos viviendo en nuestra vida y en las calles. 

Porque también nos editamos con sonido de fondo en nuestra distopía real y llevamos ya un largo tiempo en que la marea nos conduce a la destrucción del contrario, la descalificación y si es posible, la deshonra. 

Los aficionados radicales del fútbol fueron pioneros en negar el agua al enemigo, frentes nunca dispuestos a reconocer que el otro es realmente mejor equipo o que esa tarde hizo un mejor partido. Si eres del Madrid o de otros equipos es fácil odiar a Leo Messi y también si eres anticatalanista por alguna circunstancia. Es fácil odiar a ese tipo que ha ganado seis balones de oro, cuatro de ellos de forma consecutiva, su peinado, si se afeita porque se afeita. La verdad es que es un jugador endiablado, intuitivo, dotado de una técnica extraterrestre, pillo, audaz, tanto que apenas trascienden escándalos de su vida privada si es que los tiene, como casi todos.

Si eres del Atleti y el santafesino lanza un penalti que parece que se está riendo del portero, pues es fácil odiarlo aunque muy en el fondo reconozcas que es un crack y que es una suerte que nos haya tocado vivir en la misma época que Lionel igual que nos ha tocado ver partidos tuneados, en casa o teletrabajando en un bar con el tapabocas colgando de la oreja.

elObservadorDCLM