31 de mayo, DÍA DE CLM: ¡Gracias¡

Se fue sin decir nada… con un silencio que clamaba en las calles, con un llanto solitario y un encierro involuntario alrededor. Se fue… sin saber que se iba, tras un ataque mortal imprevisto de un virus, quien sabe si en la escalera del domicilio, en la cola del pan, o en el autobús que le traía del trabajo. El origen da igual… lo doloroso es que se fue.

Es inconmensurable la angustia que deja en los que están separados de él o de ella, por su bien, sin visitas posibles y sabiendo que su vida está en grave riesgo. Da vértigo pensar que se marchó sin una despedida, y que los que le quisieron no pudieron acompañarle. Se impone el horror de pensar que ante ese dolor no pudiese haber un abrazo y un beso de consuelo para quien hacía frente a esa pérdida. El miedo a la desconocida respuesta a un ¿y ahora que va a pasar? La aflicción de no saber dónde está, cuáles fueron sus últimas palabras, donde lo llevan y cuando será posible que las autoridades sanitarias nos lo devuelvan…

Se fue ante el clamor multitudinario del silencio de las calles, acompañado por los aplausos de las 8 de la tarde, pero sin poder decir adiós ni regalar un último te quiero. Se fue para salvar otras vidas y acabó su dolor,  pero los que aquí quedaron se sienten desolados por la tristeza de una enfermedad para la que no hay remedios, de una muerte inesperada, injusta y traidora, que vino disfrazada de incredulidad, para dibujar la esperanza de quien hoy ocupa su lugar intentando pensar que todo esto  haya sido un error, una pesadilla o un mal sueño, aunque la realidad descarna día a día con difras nuestro corazón.

Por ellos, por los casi 3.000 castellano-manchegos que se fueron sin querer. Por los que no pudieron ser consolados de la enorme tristeza vivida. Por los que obedientes guardan las distancias para evitar que se vuelva a repetir. Por los que salieron cada día a decir con aplausos “estamos contigo”. Por los que pusieron en riesgo su vida para preservar la de sus seres queridos. Por los que fueron útiles a quienes se vieron solos y encerrados. Por quienes, cada jornada, se agarraban el teléfono para poner calor a su soledad.

Por los casi 7.000 quijotes que hoy están luchando contra la enfermedad traidora. Por los más de 6.000 valientes que se recuperaron para aportar a la sociedad una enorme dosis de esperanza. Por quienes lucharon para que todo saliera bien. Por quieres regalaron su tiempo para ayudar a otros; por todos los que sueñan con la recuperación de aquellos días que transcurrían con la paz y la felicidad que hoy necesitamos, porque ya llegó la “nueva normalidad” pero… ahora queremos la normalidad de siempre, sin gritos ni amenazas, sin mentiras, sin miedos, sin soledad ni tristezas, sino con besos, abrazos, saludos y encuentros, a todos ellos GRACIAS ¡

P. Moratilla