La inconsolable Ayuso y el desconsolado Casado

Pablito no dejaba de quejarse. Isabelita no salía del trance, deprimida, desamparada. José Mari comentaba con sus más allegados que, a excepción de Santiago y la cólera de Dios, los políticos de ahora son en extremo blandos y sugestionables. Ayuso se había metido tanto en su papel de virgen plañidera que la tentación del desamparo inconsolable amenazaba con instalarse de forma definitiva en su ser más recóndito. Pensó incluso recluirse en un convento de clausura de hermanas redentoras de la humanidad como las mercedarias o las trinitarias contemplativas dedicadas, como ella misma, a la asistencia de enfermos y necesitados en hospicios y asilos. “Vente a la Faes”, Isabelita”, le dijo José Mari, necesitas un empujón de fortaleza y de realidad mediática: recuerda que esas fotos eran un montaje para simular tu infinita tristeza por la crisis económica, un simple montaje, Isabel, para mostrar tu aflicción porque Pedro no te había dado capricho de pasar a la Fase 1, Isabelita, nada más...Reacciona.

Pablito se había cogido otra buena rabieta porque no encontraba el centro ni el padre que lo parió. Otra vez se había guiado por la Tentación Abascal, macho alfa provocador que ahora organizaba una manifestación de coches de alta gama: ¿Y yo, qué hago? ¿Qué organizo? Si me voy al centro, Santiago me come por la derecha y entonces llega Inés y provoca el corrimiento naranja, José Mari, joder, que ya estoy harto: o me escoro o me centro pero las dos cosas a la vez son imposibles, ni con barba ni sin barba... ¿Y si te dejas bigote, Pablito?

¡Vaya par de hijos políticos que me han salido!

elObservadorDCLM