23.10.2017 12:06h.

Fuera Exámenes Y Calificaciones

Por Julio García-casarrubios Sainz

Así terminábamos el último escrito de este Foro. Fuera exámenes y calificaciones. Es muy posible, y yo lo comprendo, que algunos se lleven las manos a la cabeza al oír esto. Es muy difícil romper con la inercia de los exámenes y las calificaciones. Es difícil por dos motivos. Uno puramente histórico; no somos capaces de desligarnos de esa correlación de estudiar y examinar. El ministerio establece un currículo, marca unos objetivos; el profesor explica, señala, impone, y comprueba mediante exámenes si se ha cumplido la tarea. No nos hemos planteado salir de esa dinámica. Parece un precepto natural, para exigir el trabajo, para exigir un esfuerzo, para comprobar si se ha cumplido o no; incluso para logar una excelencia.

Pero hay otro motivo que justifica la dificultad para entender que pueda haber una enseñanza sin exámenes, ni calificaciones. No es un motivo de inercia histórica; es un motivo de modificar los cánones que rigen, que han regido siempre la enseñanza. En la enseñanza obligatoria y universal, no es práctico, ni siquiera moral imponer una serie de barreras que el alumno tenga que superar para poder promocionar. Son criterios selectivos propios de enseñanzas voluntarias. Cuando en clase acumulamos alumnos que están porque se les obliga, alumnos de las más variadas condiciones sociales, culturales, económicas, intelectuales, hoy, incluso, de distintos países, religiones y culturas, no se les puede imponer el mismo currículo, los mismos objetivos, los mismos niveles de exigencia, ni los mismos baremos de selección.

El ambiente en nuestras escuelas e institutos, en las aulas donde se encuentren alumnos de enseñanzas obligatorias, debe ser el de sentirse integrados, de vivir a gusto, de despertar la curiosidad por saber, de estimular a pensar y a investigar, de aprender a c0nvivir y a preocuparse por los demás. A un alumno que está por obligación, con características específicas que lo diferencian de los demás, no se le puede acosar permanentemente con pruebas, y con sistemas que solo sirven para seleccionar al que vale y al que no vale; al que se le permite promocionar y al que no.

Es el alumno el que tiene que elegir lo que quiere aprender, lo que le interesa, lo que despierta su interés. Es el alumno el que tiene que decidir hasta donde quiere llegar, hasta donde puede. Sin que ello suponga discriminación, ni selección, ni criterios de promoción. Una enseñanza bajo estos parámetros es difícil de implantar. Hace falta un sistema educativo muy bien diseñado; hace falta inversión; y hacen falta, entre otras muchas cosas, profesionales muy motivados y muy bien preparados.

Julio García-Casarrubios Sainz
Valdepeñas. Ciudad-Real

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