Círculos (versión 2.0)

Aquella calurosa mañana de julio, Alberto no pudo tomarse su habitual café capuccino de máquina. No sabe, siempre lleva el dinero preparado en el bolsillo del pantalón, treinta y cinco céntimos. Debió ser al sacar el móvil, cuando aquella monedita de cinco céntimos, cayera al suelo...

Claro, si Laura,  su novia no le hubiera llamado en ese momento, seguramente ahora se estaría tomando ese café que tanta falta le hace a media mañana.

Las cosas no van muy bien entre Alberto y Laura. Ayer discutieron, y no porque la pasión y el sexo no llene sus vidas –escena de ellos en una cama revolcándose desnudos, gruñendo y gimiendo como berracos, mientras “Canelo”, el pequeño Yorkshire enano de Laura, contempla la escena acojonado-, sino más bien porque la propia vida les separa: Los trabajos, sobre todo: Laura trabaja de dependienta en una sex-shop de 12 de la mañana a doce de la noche y a veces también tiene que hacer de striper en alguna de las cabinas giratorias –escena de una cabina, en la que a un cincuentón se le está cayendo la baba, mientras contempla el striptease de Laura (siempre acompañada de su  “Canelo”) y no deja de echar monedas para que no se  le cierra la cortinilla-… Y Alberto, Alberto es fisioterapeuta, pero sólo encontró curro en una tienda de masajes chinos –“Relax y Reposo Long Feng”-. Allí, por mil doscientos euros al mes más propinas –básicamente por el final feliz- no deja de masajear a mujeres muy maduras, gordas y bastantes “salidas”; untarlas de aceites esenciales y colocarlas piedras calientes en la espalda. Está harto –escena de Alberto masajeando con cara de asco a una señora muy gorda, mientras ésta ronronea de gusto y no deja de intentar echar mano al paquete de Alberto-.

Ella cogió su teléfono y llamó a Alberto justo en la hora del café. Volvieron a discutir.

-Laurita, así no podemos seguir. Prácticamente nos vemos sólo para follar como si se acabara el mundo (nueva imagen de ellos retozando como posesos con el perrito delante). Yo necesito algo más…No sé hablar, pasear…aunque sea antes de follar… Además, no me importa que trabajes en la Sex, pero hombre salir en la cabinita para que todos los colgados de la ciudad de pajeen con mi chica, no acaba de gustarme del todo…

Laurita hizo un pequeño mutis antes de responder.

-Lo sé, lo sé Alberto, pero ¿Cómo quieres que montemos nuestro propio negocio si no trabajamos los dos? ¿O es que ya no te acuerdas de nuestro sueño, eh, no te acuerdas?

Alberto claro que se acuerda. Aquel día en el que ambos prometieron hacer cualquier cosa para montar su propio negocio: Una escuela de sexo para solteros inexpertos. Hasta tenían el nombre “ESCUELA LAUBERT DE SEXO”. –Aparece una escena de ellos, algo más jóvenes, Alberto vestido con una bata e impartiendo clase. Alberto dibuja un cuerpo femenino sobre una pizarra mientras que Laura, vestida únicamente con un pequeño biquini, va colocando carteles en su cuerpo con las partes que Alberto señala en la Pizarra: senos, cintura, caderas, culo…-

-Claro que me acuerdo, Laura…

-¿O es que crees que a mí me gusta que metas tus manos llenas de aceites esenciales en las vaginas de toda la cincuentería del barrio? ¡Pues no, no me gusta! Tengo que dejarte, Alberto, que me entra un cliente. Luego hablamos.

Cuelga.

La moneda salió disparada como impulsada por un muelle, cayó al suelo y rodó durante un buen rato hasta quedarse parara y pegadita a un murete de ladrillo plantado de arizónicas. Alberto la hubiera oído si en ese momento no hubiera pasado una hormigonera que llegaba tarde a la obra.

Viendo pasar el tiempo, la monedita de cinco céntimos estuvo allí durante muchos días, como de vacaciones. La gente pasaba a su lado, pero como si nada. Un día hasta un pastor alemán, primero la olió y luego se meó encima de ella (Imagen de la escena).

Juan es jubilado y todos los días, a eso de las diez de la mañana, bastón en mano comienza su largo paseo de más de dos horas por la gran avenida, flanqueada de castaños de sombra. Siempre lleva un pequeño transistor pegadito a la oreja. 

Hoy por fin se ha decidido. 

Ha pasado por el murete de ladrillo y se ha fijado en algo redondo, pequeño y bastante oscuro.

Una moneda de cinco céntimos. Con dificultad se agacha y la coge, mirándola extrañado. Daba la impresión que hubiera estado durante bastante tiempo a la intemperie y presentando un fuerte olor a orines de perro, pero coño, no deja de ser una moneda.

Son las doce y diez y Juan termina su paseo. Antes de regresar a su casa, entra decidido en la Sex-Shop “BAJAS PASIONES”, el lugar donde trabaja Laurita. Ésta acaba de colgar el teléfono.

-Buenos días, señor ¿En que puedo ayudarle? (Canelo asoma la cabeza y gruñe)

-Hola, hermosa, muy buenos días. Verá, yo quisiera, un, un  alargador de pene de esos, ya sabe, de esos que salen en las revistas guarrillas…

Laura pone cara de asombro y Canelo ha empezado a oler los zapatos algo sucios de Juan el jubilado.

-Es que verá, joven; llevo unos meses acudiendo a la “Trompeta”, ya sabe, esa pequeña discoteca para Oldies, que está dos calles más abajo…Está llena de mujeres estupendas; mujeres que buscan a un hombre para divertirse y… lo demás. Y te aseguro que las jubiladas de hoy en día, no se fijan en los ojos del hombre, como antes, sino en el paquete, ya sabes…Y el mío, aunque es muy juguetón, no les entra por los ojos. Y como la primera impresión en la que cuenta…

(Escena de Juan, en la disco bailando “I will survive”, de Gloria Gaynor, como su no hubiera un mañana).

- Aquí alargadores de pene, claro que tenemos, pero me tendrá que decir el modelo…

-Sí, mujer, esos que consisten en un tubo y una pera que insufla aire. Me han dicho que son los más efectivos…Verá, es que hace unos meses encargué uno por el Internet ese, pero cuanto me llegó el paquete a casa…¿A que no sabe lo que había dentro, eh?

-Pues no, señor ni idea…

-¡Una lupa, los muy cabrones me habían mandado una lupa!

Laura no sabía donde meterse del descojono. (Canelo ha pasado de oler los zapatos de Juan a chuparlos con tremenda fruición).

-¡Quita, chuucho!

Laura se recompone.

-…Pues sí señor, efectivamente tenemos ese tipo de alargadores de pene. Ahora mismo le traigo uno. ¿Lo quiere de algún color en especial?.

-Es lo mismo. Mientras funcione…

-Aquí está. Verá como con éste obtendrá rápidos resultados. Son 30 euros con cinco céntimos.

Juan saca su cartera atada con una goma y saca un billete de veinte y uno de diez. En ese momento se acuerda de la monedita que acaba de encontrar.

-Aquí tienes guapa, justito. La moneda esta un poco sucia, pero bueno, vale, ¿No?

Laura Asiente con la cabeza mientras coge el dinero le da el ticket al jubilado.

-Aquí tiene. Muchísimas gracias.

-A usted, joven…Por cierto; ¿Se puede descambiar en caso de que no quede satisfecho?

-No Señor, únicamente en caso de rotura o defecto de fábrica. 

-Vale, hermosa.

-Que tenga suerte estos días en la disco.

-Eso espero, gracias preciosa.

Juan salió de la Sex Shop radiante, deseando probar su nueva adquisición.

Laura guardó los billetes en la caja y cuando se disponía a echar la moneda de cinco céntimos al monedero, se percató de que no sólo estaba renegrida, sino que además, apestaba a orines.

-¡Que asco! Yo esto no lo puedo guardar en la caja…

Sacó una moneda nueva de su bolsillo, la echó en la caja y se quedó con la renegrida, previamente metiéndola en una bolsita de plástico.

Son las doce y media de la noche. Laura echa el cierre a la Sex-Shop. Hoy finalmente no tuvo mucho jaleo; un grupo de chavales de última hora a los que tuvo que hacer una sesión de cabina de cuarenta minutos.

Camina despacio, recreándose en cada baldosa del suelo, en cada recuerdo, en el aire que enreda su cabello, en su pequeña discusión con  Alberto.

El caer del agua de la pequeña fuente con angelote que hay al lado de su casa saca a Laura  del mundo de los sueños. 

–Es una fuente muy mona. El agua brota del pito del angelote. El cantero que la esculpió quiso hacer una replica del famoso Maneken Pissen de Bruselas y le salió igualito, excepto por el pene, que en vez de ser pequeño, como el de un niño, mide unos veinte centímetros –imágenes del cantero el día que termino de la fuente “le quise dar un toque autobiográfico, la firma del autor, vaya. Y que mejor muestra que ponerle mi propia chorra, ja, ja…- 

Gracias al hecho de que el escultor era del Barrio y que la fuente costó muy poco dinero, la cosa se quedó así. 

Saca las llaves para abrir el portal. Laura se acuerda de la moneda negra y de la utilidad que puede darle. Se acerca a la fuente con pasos sigilosos, se da media vuelta, cierra sus ojos, piensa en su mayor deseo y con el alma puesta en cinco céntimos lanza la monedita al agua.

 "Ojala hoy Alberto y yo volvamos a follar como motos Guzzi..."

La moneda vuela por el aire en cámara lenta, gira sobre sí misma y cae al agua de la fuente, con tal fortuna que se cuela por la rejilla de acceso de agua a la bomba de presión, recorre las tuberías y queda finalmente atascada en la salida del agua, es decir, en la punta del pene del Angelote que en ese momento deja de hacer su pipí acuoso. El agua comienza muy poco a poco a coger presión dentro de la fuente.

El portal se cierra...

Día siguiente: once de la mañana.

Andrés, empleado del Ayuntamiento, ha sido avisado de que la fuente del “Niño Pollón” –no es su nombre oficial, pero en el barrio es llamada así por todos-, ha dejado de echar agua.

Llega con la furgoneta y se baja con cierta pereza de auto, llevando en su mano derecho una caja de herramientas.

En el interior de la fuente se está formando una concentración tremenda de agua. La monedita tapona aún más la salida de agua.

Andrés tiene que darse prisa pues a las doce, tendrá lugar en la plaza –que se llama del Poeta Segismundo Lendrez- la conmemoración de los 100 años del nacimiento del susodicho poeta, y asistirá el concejal de distrito, amén de prácticamente todo los habitantes del Barrio.

Andrés, después de echarse un pitillo, comienza con la avería, pero no da con ella. Comprueba las tuberías; todas limpias, la bomba, perfecta, joder,…Entonces el atasco debe de estar al final del todo.

Antes, otro pitillo y, después, el bocata de anchoas con queso y la cervecita.

Doce menos diez. 

Comienzan a llegar los miembros del Ayuntamiento –concejal incluido- y los primeros vecinos. Todos mirando las evoluciones de Andrés.

El Alcalde se le acerca:

-¿Cómo va la cosa?

- Va…

-¿Para antes de las doce?…es que quedan seis minutos…

-Lo mismo.

- Mire, haga lo que pueda. La fuente ha de estar funcionando, pero ya.

El Alcalde se marcha desesperado.

-Anda y que te den por culo…-masculla Andrés antes de pegar al último trago a la cerveza-

A dos minutos de las doce, plaza del  poeta Segismundo Lendréz, más conocida por la del “Niño Pollón” esta repleta de personas.

Las doce.

El acto ha de comenzar con o sin agua en la fuente.

El concejal se acerca a un pequeño podium erigido para la celebración y comienza un discurso ensalzando los valores del poeta homenajeado.

(Los clásicos tópicos que se dicen de alguien famoso que la ha cascado hace un montón de tiempo)

Andrés, detrás, sigue con la fuente. Coge una llave grande.

-La única solución es amputar…

Levanta la llave y golpea con fuerza el pene del angelito. Pero este aguanta. Un segundo Golpe y el pito comienza a mostrar una raja en la que sale agua a mucha presión.

-Uyyyyyy…..

Andrés se aleja de la fuente corriendo.

-¡JODER!, CORRAN, CORRAN, que el “Niño Pollón” a va estallar!!!

Caras de sorpresa. Después de pánico. Estampida en todas direcciones y gritos.

La fuente comienza a hacer un ruido tremendo y acto seguido, el pene del angelito, sale como impulsado como un cohete, seguido de un torrente de agua que inunda la plaza y a todos los que están en ella. También sale la moneda con mucha fuerza, golpeando al pastor alemán que días antes se había meado sobre ella dejándole tieso, y cae al suelo un poco alejada del lío que se ha armado, cerca de un murete de ladrillo cubierto de arizónicas.

El pito continúa su trayectoria, entrando por la ventana abierta de la casa de Juan, el jubilado, que en ese momento estaba probando su nuevo alargador. El pollón de mármol del Angelito golpea contra el alargador de Juan, destrozándolo, y después cae al suelo. Juan se queda absorto, pero reacciona, coge el pene de mármol y se lo mete en los calzoncillos. Se mira al espejo satisfecho. –Imagen de Juan poniendo la paso de Fiebre del Sábado Noche-

-A devolver el alargador…”En caso de rotura”, dijo la chavala.

Andrés, consigue cerrar la llave del agua.

-Hala, ya está. Me voy que se acabó mi turno.

En la plaza, la gente se ha puesto a echarse agua unos a otros y se monta una fiesta improvisada.

Es la hora del café y Alberto sale de su trabajo rumbo a su capuccino...treinta y cinco céntimos...

El siempre lleva el dinero preparado. Lo saca de su bolsillo. Sólo lleva treinta céntimos...le faltan cinco...

Al pasar por el murete de ladrillo cubierto de arizónicas observa como un gato esta intentando mearse sobre algo redondo y bastante oscuro...Es una moneda...Alberto corre hacia el felino que asustado, se le corta el chorro y corre a refugiarse en un árbol.

Alberto la coge...cinco céntimos muy gastados...mira tú por donde hoy tendrá para el café...

El pensamiento de su novia Laura le viene a la mente como un soplo de aire...Laura...Follar…

Ella tiene el móvil en la mano está a punto de llamar a Alberto, pero es él el que pulsando el número de su novia primero, hace que la Sex-Shop se llene con la música de “Voulez Vos Couchez Avec Moi”…

-Hola Laura.

-Hola Alberto.

-Buenorra…te echaba de menos…

- Y yo a ti, mi Semental…

-Luego….

-Seré tu zorra….¿Y qué tienes pensado hacerme a mí, señor falo?

-Pues, voy a ponerte de cuatro patas y después…

En ese instante Juan el Jubilado entra en la Sex con el alargador roto y un paquete enorme en su pantalón.

-¡Vaya! –dice Laura sorprendida- veo que ha encontrado algo que ensalza su entrepierna…

-Así es, jovencita. Ya no necesito este cacharro. Además, mira, se ha roto. Ha sido meter al hermano pequeño dentro y, ya ves, la máquina ha chascado. ¿Habrá devolución, no?

Laura, asiente con la cabeza.

-Así es, tenga su dinero…Treinta euros con cinco céntimos, ¿no es así?.

-Sí, guapetona.

-Pues aquí tiene, los treinta euros…los cinco no se los puedo dar porque no tengo monedas de…

En ese momento entra Alberto en la Sex. 

-Yo pongo los cinco céntimos. Aquí van. Hoy no tomaré café, que coño. Tenga sus cinco céntimos.

Y Alberto pone en la mano de Juan, el jubilado, la moneda de cinco céntimos renegrida que ante le había pertenecido.

Juan se la queda mirando.

-No se porqué, pero juraría que yo tuve esta misma moneda hace poco…bueno, será otra parecida….

Mientras la monedita de cinco céntimos, mientras el jubilado se la mete en el bolsillo, da gracias a Dios por haber dejado de oler a orines.

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