Apocalipsis

Dudar, no era una opción para Elisa. Sin embargo, aquella tarde, el mundo la sumió en una realidad muy alejada de las decisiones sencillas. Sucedió en su paseo diario, en el doblez que hacen las calles Luisa Fernanda y de la Princesa. Elisa se detuvo justo antes de girar a la derecha y dirigirse hacia la Plaza de España. Una obsesión entró en su cabeza y devoró su seguridad, dejándola paralizada; si seguía su camino, un infarto acabaría con su vida en el mismo momento en el que viera a la primera persona de la calle Princesa y si volvía sobre sus pasos, dentro de seis meses, moriría víctima de un invasivo cáncer de páncreas. Debía de elegir entre tres opciones: Avanzar, retroceder o permanecer inmóvil hasta el fin de los días. Era tal la certeza de aquella verdad, que Elisa podía leer en los labios de los transeúntes, comentarios acerca de sus posibles muertes:

- Con lo joven que era y, ya ves, se quedó en el sitio nada más girar la calle. Ni siquiera el doctor García, que en aquel momento pasaba a su lado, pudo hacer nada por si vida.

- ¿Te acuerdas de Elisa, la chica que vivía en Mendizábal? Pues se ha muerto la pobre. Un cáncer de esos fulminantes. No duró nada. Se quedó como un pajarito.  

Intento pedir ayuda, pero las palabras no le salían de la boca, además ¿Quién iba a creerse semejante historia?

Una hora llevaba ya Elisa en aquella difícil tesitura, cuando sintió sobre su hombro el calor de una mano amiga.

-Elisa ¿Qué haces aquí tan tiesa? 

Era el Doctor García.

- Además, chica ¡Estás muy pálida! ¿Te encuentras bien?

Haciendo un esfuerzo enorme, Elisa respondió con un monosílabo.

- No...

García, entonces, intento sacarle alguna palabra más.

-De acuerdo, no te encuentras bien. ¿Puedo saber por qué? Y no hace falta que te extiendas.

Elisa respondió como si las palabras estuvieran llenas de alfileres.

- Tengo mucho miedo. No puedo moverme de aquí. Voy a morir, Doctor. Y tengo que elegir; o un infarto al doblar la esquina o un cáncer si vuelvo sobre mis pasos.

-Comprendo, respondió García, es una elección difícil. Yo, como médico, optaría por el infarto; es rápido y muy efectivo, no sufrirás. Por el contrario, la otra opción...no te la recomiendo...En todo caso, podemos hacer una cosa. Mira, yo regresé a casa y ahora  al cáncer de páncreas le quedan dos telediarios para mandarme al carajo. Me puedo quedar aquí, contigo, esperando a que decidas.

- Quédese Doctor, por favor.

- Claro, niña, de aquí no me muevo.

Allí quedaron los dos, cada uno tirando del otro. Al caer la tarde, una multitud se agolpaba en aquella esquina. 

Y es que el fin de los días había llegado con las sutiles formas de la escarcha.

Copris