La trascendencia y los condones

Nos tumbamos a mirar las estrellas. Lila no paraba de hablarme no sé exactamente de qué, mi lóbulo izquierdo trataba de rechazar sus palabras mientras intentaba dejar mi mente entera en blanco, completamente vacía, una tarea que ya me parecía lo suficientemente complicada como para que alguien estuviera llenándome de historias, juicios sobre otras personas que desconocía. Abrí mucho los ojos y le dije a Lila, mira Lila, hemos venido aquí para experimentar la trascendencia, te lo dije cuando quedamos esta mañana, vamos a la orilla del río a escuchar el murmullo del agua y a dejarnos abandonar para situar en un segundo plano a nuestras escandalosas y frívolas mentes. Me preguntaste si eso significaba que quería follarte y yo te respondí que esa era otra manera mucho más sencilla de trascender, pero que no era esa precisamente mi intención pues sospechaba que luego me hablarías horas y horas sobre el tema, que si bien, que si mal que si nuestra relación, etcétera, y yo lo único que quiero es despegarme un poco y convertirme en un ser más humano que intenta abrir una ventana al patio de la quietud mística. Entonces Lila me dijo que ella también prefería follar, mucho más que escucharme otra vez el discurso de que la sombra es la luz que adopta la forma de lo que la obstaculiza, Lolo, que te tengo ya muy oído: “ven aquí, vamos a querernos y déjate ya de gilipolleces”. Vale, Lila, que conste que no es una gilipollez, pero ya te digo que este también puede ser el camino y he traído condones.

Kimi