El cañonero y el puto tenis

Cuando desperté a mi mujer en plena noche gritando “NO” estaba soñando con M., el cañonero. Las dos veces que había jugado con él me había metido dos seiscero sin contemplaciones. En mi sueño veía pasar las bolas como si fueran seres de otras constelaciones, cometas encendidos que me convertían en una agujero negro por donde caían a plomo los puntos, los juegos y mi moral atribulada. Era un cañonero muy preciso, líneas, tes y esquinas. Mi mujer se incorporó de la misma manera, precisa, implacable: ¿ya estás soñando otra vez con el puto tenis? Me preguntó. Yo, que no había tenido tiempo de asimilar otro seiscero dormido, levanté un hombro como diciendo los sueños ya no son cosa mía pero no se lo dije porque me esperaba la respuesta: te pasas el día con el puto tenis que no haces caso a nadie de esta familia y, claro, lo que sueñas es lo que vives, el puto tenis. Por ejemplo. Me sentí solo en el universo, seiscero, indefenso. Me levanté al baño con el móvil, abrí la aplicación del Me apunto y pregunté: “¿Alguien se apunta para mañana por la mañana?” Cuando regresé a la cama, mi mujer, que lo sabe todo, me preguntó: ¿No habrás quedado ahora en el baño para otro partido?...porque hay que  joderse contigo y con el puto tenis. Mientras intentaba conciliar el sueño pensé que mi mujer tiene razón con eso del puto tenis. No se si en el cielo que merezco hay pistas de tierra pero, realmente, es por lo único que ahora mismo me molestaría morirme.

Kimi