El anuncio de Meursault

Hoy iba andando por la calle. Un niño sin necesidades aparentes, aprovechado que un indigente se ha quedado dormido mientras pedía en la puerta de un supermercado, le ha robado unos céntimos del plato. Sorprendido por la acción del pequeño, cuando ha salido corriendo en dirección a su madre, le he seguido. Al llegar y explicarle la cuestión a su madre, ésta me ha dicho: “mi hijo no es así, es un niño bien”. El dependiente le ha dado la razón mientras el pobre indigente seguía durmiendo, sin apreciar que ese día probablemente no comería por la necesidad de un niño sin necesidades (todo, seguro, por mantener contenta a su clienta).

No quiero vivir en un mundo así. Puede que este mundo me haya acusado de “falta de experiencia”, y puede que me haya declarado culpable, sin juicio, sin abogados. No soy productivo. No valgo nada.

Así que dándole vueltas una y otra vez al mundo que me rodea he tomado una decisión.

Voy a apelar por última vez al sentido común del mundo. Intentaré seguir viviendo sin ningún tipo de ingreso, digamos por motivos humanitarios. Si después de 30 días no consigo hacerlo, se terminó. Me suicidaré. Aunque yo no lo veo así. En realidad, mi visión puede denominarse más cobarde, acusaré al mundo (otro) de mi muerte.

Lo curioso es que no siento miedo. La muerte no es un paso más. Es simplemente una forma de crítica más. Sois unos cobardes. Se os llena la boca de frases que empiezan con un “¿has visto lo que ha hecho no se quién?” y termináis por no levantaros, no quejaros, os calláis, les seguís el juego. Sois el perro al que terminan dando de comer si se porta bien.

Es curioso, inmediatamente después de tomar la decisión, me di cuenta de que este final me daba paz. Hasta llegué a preguntarme si me había vuelto insensible. Pero no es verdad: El mundo siempre me ha corregido (padres, colegio, instituto, universidad, vecinas, amigos). Todo el mundo me acusa y me corrige por algo que ellos no corrigen. Esta vez hasta eso se terminó. Mi muerte solo será darme a mí mismo la razón. Por una vez. Una autosatisfacción que os convierte a vosotros mismos en perros del sistema. Os demostraré que no quiero vivir entre vosotros. Sois la arcada y el vómito del mundo que decís adorar.

Meursault