Mindfulness, zen, autocontrol

Se supone que en una pista de tenis conoces pronto de qué va el contrincante, su forma de afrontar los reveses (de la vida), su educación, sus pillerías, sus tendencias políticas, su autoritarismo, su deportividad, nobleza y también, en ocasiones, sus técnicas mentales para sobreponerse a la adversidad.

Jugué un “me apunto” en la Ciudad de la Raqueta con X, un tipo delgado, fibrado, con excelente técnica y exquisita corrección hasta que le gané el segundo set. Ahí todo cambió, se enfadaba, se gritaba, tiró la raqueta al suelo un par de veces y empezó a hacer tonterías como pegar tan fuerte a las bolas y con tan poco control que prácticamente todas se iban muy lejos de las líneas. Perdió el tercer set y los nervios de forma definitiva. Apenas dijo nada al despedirse.

Volvimos a jugar unas semanas más tarde, esta vez le gané el primer set y al iniciar el segundo, un punto muy disputado terminó con mi bola tocando la red y botando levemente en su campo. Pensé que iba a enfadarse de nuevo, pero contemplé una escena inédita: muy lentamente, como en una ceremonia bien estudiada, fue depositando su raqueta hasta posarla suavemente en el suelo. Luego empezó a dar vueltas caminando alrededor de su Wilson hasta completar tres círculos completos. Se agachó de nuevo, la volvió a coger y se desplazó a la zona de saque. Volvimos al partido, no hice comentario alguno. Pensé que había acudido a un curso de zen para tenistas o mindfulness que está más de moda, aunque la verdad me dio un poco de miedo.

Ese set me lo ganó con relativa comodidad.

Kimi