Unas traviesas zapatillas

Os escondéis, en cuanto me descuido, ya no estáis. Son en realidad dos chanclas de verano no muy fáciles de encontrar en las tiendas habituales. No son de goma, no son de piscina, ni de playa. Y resultan bastante cómodas, tanto por la composición de su suela como por la delicadeza de la tela por donde las sujeto entre mis dedos pulgar e índice. Espero haberme explicado bien: las sandalias desaparecen en cuanto tienen la primera oportunidad. Cada año, cuando llega el verano las busco entre mis zapatos de verano pero no aparecen. Hago una batida por toda la casa y luego me encomiendo a San Antonio según la siguiente jaculatoria que me envió por mail mi prima Marta:

"San Antonio Bendito, en Lisboa naciste, en Portugal te criaste, allí estuviste, allí estudiaste. El primer sermón que dijiste fue revelado, que tu padre tenía que ser ahorcado. Al calvario subiste, el breviario perdiste, Jesucristo se lo halló y tres veces te dijo: ANTONIO, ANTONIO, ANTONIO...". Luego doy tres pasos atrás y pido que mis sandalias perdidas sean halladas.

Al principio no da resultado porque San Antonio está en sus cosas, atendiendo miles de solicitudes como la mía. Pero de pronto me llega una revelación y las encuentro. A los pocos días desaparecen de nuevo, miro debajo de los sillones y nada, vuelta a empezar.

Rosi