Mi tenis no es bonito o las veleidades del hedonismo

Dijo Alberto que yo me manejaba bien en la pista de tenis, pero añadió que “mi tenis no era bonito” · Durante miles de años, científicos y filósofos han tratado de averiguar las leyes que rigen entre los seres humanos para determinar nuestras preferencias estéticas. Los pitagóricos llegaron a la conclusión de que la clave estaba en el hedonismo, es decir el placer que se recibe a través de los sentidos cuando se mira una obra de arte, se escucha una música o se observa la expresion de una persona que es a lo que vamos. Para establecer una norma de lo bello o lo bonito, es decir para determinar los gustos de los seres humanos, otros filósofos establecieron modelos concretos como la simetría, el equilibrio o la llamada proporción aurea.

Pero se llevaron una gran sorpresa al comprobar que ante las mismas propuestas estéticas no todos respondían de la misma manera: lo que a unos les parecía bonito, a otros les parecía feo e incluso descubrieron que los gustos varían en las propias personas, ahora me gusta esta cookie de chocolate, ahora prefiero la de frutos del bosque.

Los filósofos, que no paran de preguntarse porque viven de eso, se pusieron a investigar los motivos por los que existen gustos tan diferentes y por qué lo que a unos les parece muy bonito a otros les parece poco bonito, Alberto. 

Descubrieron que es un error pensar en la uniformidad de las tendencias, que la simetría no le gusta a todo el mundo, que depende de la experiencia, de la situación, del conocimiento, los intereses, las necesidades, los objetivos, las expectativas y de la personalidad o, dicho de otra manera y con la expresión que usan en mi pueblo, “sigún y conforme”.

La postdoctoral researcher in cognitive neuroscience, de la Universidad de de Barcelona, Ana Clemente, ha escrito recientemente un trabajo titulado: “Por qué nos gusta lo que nos gusta” en el que pone como ejemplo a las hembras de peces guppies a las que les gusta el macho que han rechazado previamente si comprueban que otras hembras lo están persiguiendo.

Y llega a la conclusión de que “el valor hedónico no es inmanente al objeto, ya que “no puede predecirse únicamente en base a sus características. Depende, Alberto, de la neurobiología individual y los recursos computacionales involucrados, los nodos computacionales que interactúan dinámicamente”. Clemente finaliza su reflexión asegurando que “nos gusta lo que nos gusta porque somos quienes somos, aquí y ahora”.

Alberto, nos vemos en la cancha, me he comprado unos calcetines a juego con la gorra y con la cincha para la epicondilitis. Y te advierto que hay varias guppies persiguiéndome por las pistas de la Federación y de la Ciudad de la raqueta.

No te jode.

Kimi