THE BIRD

La aversión de Juan por las palomas acabó una calurosa tarde de verano, cuando, al entrar en el portal de su casa, se encontró con una de ellas muerta, con las alas abiertas y mirándole fijamente con esos ojillos rojos que, aunque ya sin vida, reflejaban todos los infiernos que una colombofobia severa podía imaginar.

Presa de un primitivo miedo, Juan salió a la calle, intentado que alguien pudiera ayudarle y sacara ese ave de allí; pero en verano y a las cuatro de la tarde, el mundo de las ciudades duerme y las aceras se llenan de sumideros y de retretes que abren sus bocas desdentadas pidiendo a gritos una sombra. Tocó con dedos alocados todos los botones del portero automático de la finca sin éxito. No había nadie en todo el edificio.

Regresó al portal y cerrando los ojos, tomó carrerilla y saltó por encima de la paloma, golpeándose la cabeza de tanto impulso, contra la puerta metálica del ascensor, cayendo inconsciente al suelo sobre el motivo de su pánico, aplastándolo. Cuando Juan despertó, ya era de noche. Aturdido y con una brecha en la cabeza, intentó levantarse sin éxito. Quiso gritar, agitar sus brazos para pedir ayuda, pero no pudo. El tiempo se perdió en los intentos de Juan por salir de aquella jaula. Agotado, cerró los ojos, esperando no abrirlos nunca más.

Josito, el chaval del quinto, regresa de sus vacaciones. Dobla la esquina de la calle y enfila de mala gana y maleta en mano sus últimos metros de libertad. Cabreado, abre el portal.

Juan escucha el chirriar de bisagras y abre los ojos, viendo a su vecino entrar, lo mismo que un gigante.

Josito deja la maleta en el suelo y se acerca a él. Pega su cabeza a modo de lupa al lado de la suya.

- ¡Joder, que asco, una paloma muerta!

Pero Juan no está muerto.

- ¡Y con esos ojos rojos, puag!

Josito levanta su pie derecho y lo enfoca sobre la cabeza de Juan, haciendo presión poco a poco hasta que los huesos primero crujen y luego estallan.

- Hala, bicho, a tomar por culo. Ahí te quedas.

Josito enfila hacia el ascensor, pero resbala con la sangre del suelo y se golpea cayendo inconsciente al suelo sobre el motivo de su ira, aplastándolo.

Afuera, una muchacha, pasea despacio, aseando noche con sus manos.

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