Los rizos de Berenice

Berenice se había comprado una plancha de cerámica avanzada porque ya no soportaba más sus escandalosos rizos. Su esposo Marius había sido elegido presidente de la comunidad de vecinos lo que pronto supuso furibundos enfrentamientos, anónimos por debajo la puerta y airadas discusiones en el descansillo. Su principal enemiga era la vecina del cuarto-A, Marissa Floreale, una italiana tan llamativa como poco respetuosa, voz grave, fumadora, bebedora y cabecilla de los rebeldes que se oponían a la rehabilitación de la fachada y a cualquier propuesta de Marius con el fin de adecentar un poco la finca. 

Como era habitual en él, Marius se lo tomó muy en serio, tanto que se pasaba largas horas fuera de casa tratando de vencer a Floreale que resultó ser una gran populista, no en vano se comentaba que su esposo no podía viajar a España porque estaba fichado por la Interpol debido a su pertenencia a una banda similar a la camorra napolitana. 

Marius iba piso por piso explicando que al adecentar la finca se podrían mejorar los precios tanto de venta como de alquiler, al margen de mejorar la imagen de un portal indecente con el suelo agrietado que no se había cambiado desde la construcción del inmueble hacía ya 69 años. 

Berenice se pasaba las horas en casa limpiando, viendo series, mirando el móvil y hablando con su hermana y con sus dos mejores amigas, Rita y Elvirita. Un día salió de la casa y se acercó a la parroquia del Carmen, cerca de su vivienda en litigio, donde recibió una revelación y a cambio le pidieron un pequeño sacrificio. La cuestión era que el esposo mafioso de Marissa Floreale se dedicaba a la compra de edificios en ruinas y a su posterior rehabilitación y venta, es decir que pensaba echarles de su casa a cambio de una pingüe compensación económica. Para debilitar estos propósitos, Berenice debía cortarse la cabellera que era admirada por todo el barrio y lanzarla al espacio para que con un rápido batir de alas, el dulce soplo del céfiro la llevara a través de las nubes del éter y la depositara en el venerable seno de la divina noche.

Eso hizo y a las pocas semanas Marissa Floreale desapareció del edificio sin que nadie supiera absolutamente nada sobre su actual paradero. 

Marius consiguió aprobar sus proyectos y una derrama mensual de 350 euros por vecino durante cuatro meses pero nunca supo por qué Berenice había cometido la locura de cortarse su precioso cabello rizado después de comprarse una plancha tan cara de cerámica avanzada.

Lago