In the Flesh

En mi pueblo no estábamos acostumbrados a merendar estrellas, nuestras madres preferían despacharnos con un bocadillo de materia oscura que era más discreta y, por aquellos entonces, más acorde con la tendencia de guardar en demasía las formas. Decían que era comida “educada” ya que no emitía ningún tipo de radiación y otras cosas por el estilo. Existían leyendas sobre una galaxia que era toda de leche y, en el colegio, mi amiga Triptrasbd y yo fantaseábamos con que viajábamos en una nave, llenábamos la botella y nos la bebíamos sin que se enteraran nuestros padres. Fue mi primer amor, le prometí convertirme en un físico muy famoso que inventaría un sistema para trasladarnos por el universo y viajar juntos a aquella galaxia de la leche. Durante mis estudios en el Triptrasbd conocí a un curioso personaje con vida pasada en la Tierra, un pequeño planeta que casualmente se encuentra en la misma galaxia que la vaca espacial de leche. Andaba el hombre, un tal Amadeus, trastornado porque, buscando en antiguos archivos, se había topado con una actuación en directo de The Royal Philarmonic O. que interpretaba “In the Flesh”, la canción en que un Pink alucinado se piensa dictador fascista que arenga contra los judíos y los negros: “no lo entiendo, decía una y otra vez, no lo entiendo, debo confesar que me gusta pero no lo entiendo”. Le hice sentarse a mi lado y le expliqué que, según había estudiado, en The Wall se trataba de mirar al mundo desde el disfraz y que también las sinfónicas se atrevieron a navegar por otros mundos en busca de nebulosas lácteas. Se quitó la peluca y una preciosa melena negra ondeó al viento.

Edgar