El Zurdo

Después de vomitar siete presentes, Facundo, urente de odio, levantó la cabeza cabeza cortada de Orestes con su mano derecha, y situándola a la altura de sus ojos, contempló con pena cómo, aún después de muerto, los ojos entreabiertos del que había sido su amante durante los últimos cinco años, reflejaban que aquel miserable había sido un beocio durante toda su puta vida. 

Facundo se quedó así un rato, en esa davidiana posición, recordando lo bien que la chupaba aquel mamonazo de pelo largo; después, dejó caer la cabeza de Orestes al suelo del enmoquetado pasillo verde,  tomó carrerilla y haciendo un amago de detenerse, remató el esférico con la zurda, imprimiéndole la fuerza suficiente como para que la bola entrará dulcemente pegada al palo izquierdo de la portería, haciendo inútil la salida del guardameta. La cabeza de Orestes rebotó contra el espejo de baño, cayó sobre el lavabo y allí se quedó, desafiando a las más de ochenta mil almas que rugían en el estadio.

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