Arándanos

Me matriculé en la Escuela de Hipocresía y Demagogia y me hice la loca los primeros días, como si yo no supiera de qué iba todo aquello. Hacía preguntas tontas, me mostraba agradable y les aseguraba que si aprendía lo suficiente invitaría a todos los profesores en un viaje a la Luna. Se lo creyeron. Desconocían mis herramientas de ambición incontrolable y con el tiempo fui minando y medrando hasta convertirme en la directora de la Escuela. Por entonces ya había conseguido echar a todo el profesorado y al equipo directivo. Me casé con el accionista principal, le envolví en mis telas de seda, le arruiné y me marché con mi novio a Buenos Aires. Allí fundé mi propia Escuela contra la Demagogia que se basaba esencialmente en desenmascarar a los amantes de la argucia  y la oratoria para atraer, confundir y atrapar a sus presas. Me aburría. Le verdad es que todo aquello empezaba a cansarme  y me matriculé en un partido político, quiero decir me afilié. Ni que decir tiene que aquello fue un poco más difícil pero ahora soy la líder indiscutible elegida por aclamación. Si me apetece, me convertiré en Presidenta del Gobierno aunque tal vez me retire ya de tanta creatividad y me dedique a cultivar arándanos.

Rosi