Un viaje en tren privado

Chamo tenía un tren privado y se iba por las noches cuando las vías estaban expeditas a realizar viajes con algunos colegas. En esa ocasión invitó a Brenda y le dejó ponerse su chupa amarilla: 

     - ¡Un tren para ti solo! 

     - ¿Has visto?

     - ¡Tendrá wifi!

     - Claro, ¡vaya tren sin wifi¡

     - Pues vamos

¿Y dónde vamos? Podemos ir a la casa de Franco en Torrelodones aunque también me gustaría dar una vuelta por Pionyang a ver qué pasa. 

El tren de Chamo empezó su recorrido renqueante, chacachacachaca al principio, pero luego se fue animando, Chamo conectó el piloto automático y se sentaron en unos cómodos asientos de la cafetería, cada uno con su móvil. La cafetería del tren de Chamo estaba empapelada con unos elefantes que parecían deleitarse con los aromas cítricos y un ligero toque de vainilla de unas coloridas magnolias. Luego se quedaron dormidos. Brenda despertó a Chamo de un codazo, tío que acabamos de pasar la frontera de Japón y estamos en territorio Juche. No jodas. Pararon en una enorme estación llena de mujeres con faldas de colores, magnolias sieboldii colossus y debajo de dos enormes esculturas, con su amplio traje negro, uno de los representados en persona, El Más alto del Estado. Brenda le dijo a Chamo que no hiciera una puta broma sobre eso del más alto ni sobre nada y le dio su móvil para que escondiera los dos debajo de un asiento, nada de fotos que acabo de hacer un trabajo para la uni sobre esto y no volvemos, y yo tengo que cambiar un peto en Pull and Bear. Ah y no le preguntes por su hermano.

Bajaron entre aplausos de la multitud, caminaron por una alfombra de enormes pétalos (de magnolias) y fueron recibidos por Kim Jong-un quien les obsequió con una pequeña maqueta de su nuevo misil balístico intercontinental. Gracias, muy bonito, gracias, dijo Brenda antes de pedirle a Chamo que pronunciara un discurso, en plan amplificado por toda la geografía de la república popular “democrática”:

“Amigos, amigas, querido Kim. Brenda y yo hemos venido a contemplar la belleza de vuestra cultura, una de las más abiertas y bellas del mundo (“corta el rollo”, dijo Brenda en voz baja)… (Calla, que estoy que me salgo). Nuestros abuelos, Arcadio y Manuel, colaboraron contra la ocupación japonesa de este bello país y hoy podemos estar orgullosos de visitaros y de no hacer ninguna foto. Amigo Kim, os invitamos a visitar le bar de nuestro tren adornado profusamente con vuestra flor nacional y a tomar unas birras Alhambra Gran Selección…”.

Kim entró en el tren seguido de doscientos cincuenta guardaespaldas. Al terminar la velada, Kim Jong-un bajó del tren y quiso demostrar su agradecimiento llamando a su peluquero particular. Desde el andén le dijo a Chamo: “Vas a ser el primer humano del planeta que llevará un corte pelo idéntico al mío”.

Chamo miró a Brenda: “Rápido, joder, echa toda la leña a la caldera antes de que venga el peluquero de Kim y vámonos echando leches de aquí”.

Ya en territorio wifi, Brenda llamó a su padre para contarle lo que había pasado pero su padre no se lo creyó del todo: “Seguro que Chamo está encantado con su corte de pelo y yo me me pienso hacer uno igual”.

Kimi