Susana y Alfon

Quedé con Alfon a través de la aplicación. Por las conversaciones que habíamos mantenido, me pareció un chico muy majo, le pregunté si su foto de perfil estaba retocada o era de un primo suyo pero me aseguró que era él en estos momentos. Si era así, me gustaba. Yo no quería un rollo fijo pero no descartaba nada. En ese momento, el que más me interesaba era Miguel pero el cabrón andaba tonteando con otras y me dejaba para algunos fines de semana, nunca se sabe. A estas alturas ya conocíamos las habilidades de unos y otros. Alfon podía ser una distracción para mi, un rollito de cama pero sin amor. Siempre preguntaba en mis primeras citas si estaban con otras mujeres y casi siempre intentaban mentirme. Alfon me dijo que era la primera vez que utilizaba la aplicación y que llevaba más de un año sin comerse una rosca. Que tuvo un rollete con una chica de Salamanca que parecía normal pero luego resultó ser una rara. Alfon era muy divertido, muy ocurrente y muy sano, no le olía el aliento, no es que fuera muy bien de pasta pero tenía un mini bastante bonito. Trabajaba en una empresa de ordenadores, en el servicio de atención al cliente. Le llevé a casa para que me mirara el antivirus y terminamos en la cama. Debía ser verdad que llevaba tiempo sin hacerlo porque la primera vez se corrió en unos minutos aunque luego fue mejorando bastante la cosa. No olía mal. Me negué a que pasara la noche conmigo y le dije bien claro que de amor nada de nada, que no quería líos. Quedamos para el fin de semana siguiente pero me llamó Miguel y le dije a Alfon que no podíamos vernos, que me había surgido un problema, ya te llamaré. Miguel llegó a casa, me hizo un apaño como quiso y me dijo que se iba a jugar un partido de fútbol. Es lo que tienen los guapos con cuerpazo de gimnasio, menos mal que esta vez lo hicimos de frente, quiero decir. Llamé otra vez a Alfon y quedamos para salir: ¿te ha fallado el otro?, me preguntó de sopetón, con los ojos muy abiertos. No sabía qué responderle y le dije algo de una entrevista de trabajo que no coló en absoluto. Me llevó a su casa, un apartamento muy mono donde encontré varios objetos femeninos en mi registro del cuarto de baño. Comimos pizza y nos enrollamos: “qué puta eres Susana”, me dijo riendo mientras nos besábamos.

Marta Casa-Simón