El sodomita fantasma

Como un poderoso rey de la manada, disfrutaba los frutos de un perfil musculado, facciones de malote ibérico y allá, al fondo, un vehículo de alta gama que hacia presagiar su excelente posición económica y social. Era habitual que numerosas damas aceptaran sus citas en la red, más cuando aseguraba que medía uno setenta y cinco, que era ambicioso, delicado, culto y cariñoso. El sodomita fantasma siempre tenía donde elegir, si no le apetecía acudir a la cita porque quedaba con sus amigos para jugar un partido, se disculpaba unos minutos antes y ninguna le guardaba rencor. En ocasiones llegaba a sus citas con prisas, cumplía con sus propios objetivos y desaparecía haciendo justicia a sus dos apelativos, un ghosting por el foro sin más explicaciones ni noticias del próximo paradero del sodomita. Así transcurrían los días plácidamente en el riguroso mercado de la oferta y la demanda donde otros aspirantes a un amor, que preferían ir de frente y mantener una relación tal vez más duradera y estable aunque sin músculo de gimnasio ni apariencias, sentían su autoestima lastimada por el desdén, actores de reparto que en ocasiones eran aceptados como segunda, tercera o quién sabe qué opción cuando los sodomitas fantasmas se iban de vacaciones o decidían tomarse unos días de asueto. 

Eso sucedió hasta que los normales descubrieron los poderosos baños con apio en luna creciente, un milagro que hizo tambalearse la concurrencia en las redes de citas, desconcertando al sodomita fantasma por mucho que se machacara en la hammer para press de pecho, el hack press, la prensa de pierna o el jalón polea.

Kimi