El Ahorro

Desde la ventana de su dormitorio, Lucía contemplaba el jardín de su urbanización, quizás sus ojos no se detenían en mirar las plantas y arbustos, ya que sus pensamientos volaban y repasaban su vida. 

Vida al lado de Raúl, su marido. Recordaba los primeros años de su matrimonio, tiempos muy felices. 

La llegada de sus tres hijos. Los problemas, las enfermedades infantiles de los niños, las fatigas para en esas fechas llegar a fin de mes. Afortunadamente, la suerte y el trabajo los habían llevado a tener una situación económicamente estable.

Lucía dejó de mirar atrás para seguir con el presente. Sus hijos, ya mayores, se habían independizado y solamente les veía algún fin de semana que iban a comer.

Raúl, estaba metido en la rueda del trabajo, llegaba muy tarde a cenar y la mayoría de los días tampoco comía en casa. Estaba sola y lo que es peor se sentía muy sola.

El encuentro con tres de sus mejores amigas le había hecho sentir al menos una gran curiosidad. Sabes Luci, han abierto un Centro de Investigaciones en el que a las personas que han dejado de tener interés por vivir se les ofrece la posibilidad de volver a empezar.

Primero hacen un chequeo, analizan los instintos primitivos, los que hacen enamorarte de otra persona, los registran y los confrontan con una base de datos, al objeto de encontrarte la pareja ideal. La mezcla de amor y pasión ya olvidada, la podrías encontrar y rehacer tu vida nuevamente.

El romper con el pasado le producía una mezcla de sentimientos que de momento no podía soportar, pero su aburrimiento era tan fuerte que el péndulo iba de un lado a otro.

A la mañana siguiente después de pensárselo toda la noche se dirigió al Centro de Investigaciones. 

• Buenos días, señora, suponemos que usted ya tendrá una idea de nuestra oferta. Le ofrecemos cambiar su vida. Volver a nacer con la ilusión de los veinte años, aunque tenga cincuenta. El precio son doce mil euros y los abonará cuando encuentre a su pareja ideal. Haga el favor de pasar por la clínica, el chequeo durará todo el día y más adelante la llamaremos para que venga al encuentro. Las condiciones serán las siguientes: el lugar de encuentro tiene dos entradas de aparcamiento, en una de ellas aparcara su coche; por la otra entrada aparcará el coche de la pareja seleccionada para usted. No podrán ni mirarse ni hablarse, la sala estará a oscuras y en ese primer día solo usaran el tacto. En cualquier momento que se sientan incomodas podrían ser rescatadas sin que su pareja pueda ver su cara.

Cuando se dirigía a su casa pensaba que todo ello era una pesadilla, un engaño, era imposible que fuera cierto.

Habían transcurrido tres meses y una mañana Lucía descolgó el teléfono.

Lucía, le llamamos del Centro de Investigaciones haga el favor de pasarse hoy a las siete de la tarde para tener su encuentro.

Lo tenía decidido: si me llaman voy.

Aparcó el coche, entró por una puerta por la que pasó a una habitación. Dentro de ella solo se podían ver los objetos que desprendían una tenue luz. Se miró sus manos y solo pudo sentirlas no podía ni ver, ni verse. Medio tropezando de repente se encontró con una persona, para no caerse ambos se agarraron. Una corriente eléctrica traspasó su cuerpo y pasó lo inexplicable. Lucía perdió el control de su mente y se dejó llevar por sus impulsos.

La señora de la limpieza tuvo la culpa del desenlace, por descuido dejó abierta una lama de la persiana y en un momento determinado un largo relámpago inundó de luz el dormitorio.

Lucía gritó el. Raúl gritó ella.

Se vistieron y cogidos del brazo se dirigieron a su casa quizás pensando en los veinticuatro mil euros que se podrían haber ahorrado.

Manuel, el confundido.