El caso de la heladera que no existía en invierno

Al principio se hizo muchas preguntas hasta encontrar la correcta: ¿dónde van los helados en invierno? Se acercó a un grupo de gansos abrigados alrededor de una hoguera, nosotros ya no emigramos porque no nos apetece, pero la última vez que volamos sobre el Atlántico, el invierno pasado, vimos navegar un enorme barco con una bandera donde ondeaba un cucurucho de leche merengada con canela, si eso le dice algo nos alegramos y si no, nos da igual pero ya no pregunte más, por favor. 

Un barco, pensó, y se fue al puerto en bicicleta. Anduvo con cuidado para no tropezarse con lobos de mar ni sirenas varadas hasta que se encontró con un marinero de colores: ¿ha visto usted un barco con una bandera de cucurucho? Si, claro, mire, ¿ve aquella cometa de estrachatela desafiando el viento cargado de azúcar? Pues siga el hilo y encontrará la mano de la capitana de los helados migratorios. Gracias amigo. No hay de qué, por cierto si se encuentra un pelícano tontorrón persiguiendo a una gaviota patiamarilla dígale de mi parte que no pierda el tiempo y que vuelva con Pizarro el bizarro para servirle. Gracias, bravo marinero, se lo diré si le veo, no lo dude. Ay, el amor, pensó dándose prisa, mas cuando llegó se encontró la mar desolada, un pescador de caña melancólica le dijo que el barco frigorífico había zarpado ya de puerto. Un petrel gris plateado sujetaba con su pico el hilo de la cometa, sube, le dijo y ambos siguieron entre las nubes heladas la estela de espuma blanca que iba dejando el barco de los helados: ¡Petrel a babor!, dio la voz de alarma el vigía de la cofa, un pingüino adelaida con dos anillos blancos rodeando sus ojos centinelas. Les recibió alborotada la tripulación, osos polares, morsas, ballenas jorobadas, focas, renos, liebres árticas, todo el equipo marinero, correctamente ataviado, a cargo de Gema, la capitana. 

   - Me preguntaba, dijo, dónde van los helados en invierno y si la heladera solo existe en las profundidades submarinas y en la heladería durante los meses de estío, dijo con la nariz colorada por el frío congelado de la brisa marina.

   - Pues ya ves, este es el secreto. Al terminar el verano, pasamos por los puertos donde los camiones frigoríficos llevan los helados de todo el mundo, los metemos en contenedores y los trasladamos al polo Norte.

   - ¿Y el cambio climático?

   - No nos preocupa, llevamos ventiladores.

   - Ah, vale. Pues yo me vuelvo con la cometa de estrachatela a escribir cuanto antes la crónica de estas migraciones. Gracias por la manta y por los helados: ¡nos vemos en verano!

Dijo mientras elevaba de nuevo el vuelo a lomos del petrel plateado con rumbo a su querida España. Desde el barco, con bandera de cucurucho, saludaba su vuelo la tripulación y la capitana con sus ojos brillantes y su imperturbable sonrisa rumbo al polo Norte.

Kimi