Page, Cospedal y el que asó la manteca

Vayamos por partes. La presidenta ha estado rodeada de un atajo de tuercebotas que saben menos de comunicación que un parvulario de la composición del átomo. La culpa, evidentemente de ella por no adivinar el primer día que se alejaban mucho de ser lumbreras. Segunda conclusión, la soberbia es mala consejera cuando se llega al poder. El gabinete de la jefa era una frontera infranqueable que apuntaba las citas en renglones torcidos que nunca se podían leer. Tercera, convicción de que el poder no emana del pueblo si no de la pata del PP, o lo que es lo mismo “que se jodan los ciudadanos que yo he llegado aquí porque me lo merezco y punto”. ¿Habrá mayor gesto de prepotencia?

Seguimos: Cercanía. ¿Qué jodida palabreja es esa? El poder debe alejarse del pueblo para no contaminarse. Eso figura en el prontuario del Partido Popular desde la primera hasta la última página. Y únicamente los díscolos, los que se salen del catón, por ejemplo el alcalde de Almansa, conocen su significado. O sea, el brazo articulado extendido hasta la separación de carne y hueso, léase la felicitación que le endiño la señora al presidente, justifica lo que digo.

“Inútiles”. Es copia literal de lo que un mandamás de la médula pepera decía de alguno de sus consejeros. Si uno imagina un equipo de torpes torpes hasta decir basta, nunca podría llegar a una alineación tan bien elaborada. Su trabajo ha consistido en darle de hostias, con perdón, a la clase media que los llevó al poder. Se conoce que se pusieron de acuerdo y dijeron: “os vamos a crujir”, emulando al tío de la vara. Y en el primer puesto de la clasificación, por consiguiente medalla al mayor inútil del gobierno, el consejero de Sanidad, señor Echániz. Copio a un médico: “Un soplapollas”. Poder de síntesis.

“Los arriolas”. Aquí en este punto es cuando la cagaron con nota. Que si cincuenta y tres diputados,  que si treinta y tres, que si la abuela fuma. Es decir, pisando la mata, la perdiz dentro y sin coscarse de ella y de la que se les venía con los partidos de nuevo cuño. Con razón la pista que me dio un magistrado del Constitucional: “Miguel, que ahora no les cuadran los números”. Y yo, ingenuo de mí, creyendo que eran los de Bárcenas.

Insisto, a “los arriolas”, que hubo unos cuantos, dirigidos por Tirado, ¡qué olfato!, un euro de niebla y a perderse sin rechistar que lo suyo no es la demoscopia. Cito al Lute, un clásico de Canaleja, la aldea donde nací al pie de la sierra de Alcaraz, y del que he aprendido gramática parda:

“Cuando te encerrizas no te vale”.

¿Y de la tele qué me dicen? El que asó la manteca estuvo detrás de la elección de Villa. Exageraron tanto el viaje de poner bonico a Page que la gente se preguntaba: ¿Pero tan tontos van a ser los del PSOE como para elegir a un demonio de candidato? Nacho Villa insistió de tal manera en colocarlo de atizador de las calderas de Pedro Botero que el personal se solidarizó con él y ahí están, uno de presidente y el otro amarrado con cadenas a la pata de la mesa del despacho. ¿Dónde está el señorío del creyente, donde está la dignidad del hombre de golpe en el pecho, del cleriman de la Cope? Los palos de un churrero no están tan quemados.

Dicho lo anterior, Emiliano debería darle las gracias a Cospedal por dejarle de herencia el manual  “Cómo perder las elecciones a la primera de cambio”.

Hasta la próxima semana, que he alquilado habitación con vistas en este digital.

Miguel Nieto