18.08.2014

En recuerdo de Gonzalo Lago

Por Rafael Morales Barba

Me he enterado, casi sin darme cuenta, del fallecimiento del alcalde de Talavera de la Reina, Gonzalo Lago, a través de la página personal de Jaime Olmedo Ramos en facebook. Del último alcalde de nuestra ciudad, pues hijo suyo me han hecho sentirme sus vecinos con una generosidad que encarnaba como nadie el amigo ido.

Me he enterado tal y como se entera uno de estas cosas. Primero sin dar crédito a lo que leía, pues tenía otras noticias más halagüeñas de esta primavera pasada sobre su salud. Luego, tras el breve responso que inadvertidamente reza el corazón, con adentramiento y tristeza. Con esa melancolía impotente con que nos conmovemos ante hombres comunes y corrientes, a la vez excepcionales, transeúntes con algo más que los demás bajo el traje de chaqueta de una elegancia íntima. La de la sola presencia afable, perspicaz y serena, sencilla y llena de bonhomía tras la inteligencia y buen hacer. Gonzalo Lago era todo eso y algo más. Me lo pareció el primer día, en los años siguientes donde siempre hacía un esfuerzo personal por saludar aun llegando cansado de un largo viaje, y más ahora con estas insuficientes palabras.

Lo conocí en la maravillosa y secreta Hostería de la Galería Cerdán, hace tres años con ocasión de los premio que llevan el nombre de Joaquín Benito de Lucas y de mi padre. No supe que era el alcalde hasta el fallo del premio aquel caballero en modales (y buen humor), que repartió sonrisas y amistad junto a los escritores, periodistas, profesores y vecinos en general allí reunidos en el abrazo generoso de Manuel y Sara, como siempre. Así lo conocí. Ya lo he dicho, sereno y afable. Con una mirada clara que transparentaba bondad me contó cómo había ejercido muy de joven en el Hospital de la Misericordia, el de los pobres. No podía haberlo hecho en mejor sitio quien tenía su vida puesta al servicio de los demás en su profesión particular y como alcalde.

Sí. Ha tenido mucha suerte Talavera con sus últimos regidores. Con Gonzalo Lago se marcha hacia otros sitios menos ingratos que este mundo, uno que supo dar ejemplo real de entereza en la dificultad, según me cuentan, hasta el final. A tal ciudad, tal alcalde, cuyo nombre no está escrito en la arena del tiempo y con merecimientos sobrados como para ser Hijo Predilecto, sin duda. Adiós y buena suerte, escribió Claudio Rodríguez, adiós y buena suerte, amigo, en esas otras claridades hacia las que caminas sin peligro con tu mirada limpia.

Rafael Morales Barba