La prodigiosa aventura de la señora Albita con el señor Pináter (5): Una pequeña flor amarilla

Cansado de especular pero lleno de curiosidad, el señor Pináter recurre a su asistente principal, algo que, según las normas, solo puede hacer en circunstancias excepcionales. Se citan en un parque del centro de la ciudad. Su encuentro resulta muy grato. Ambos aparecen con una cordial sonrisa en sus labios:

- Pináter, es todo un placer. Sabes, venía pensando en nuestras vidas tan alejadas de nuestras anteriores costumbres y, al entrar en este parque, he contemplado una pequeña flor amarilla, creo que es una rosa recién nacida. Pináter, tenemos nuestras compensaciones…

- No lo dudo un instante, aunque también echo de menos nuestra manera de actuar, nuestra libertad de ser evolucionados, ya sabes a qué me refiero.

- Precisamente he recibido unas instrucciones hace un rato, te vas a quedar pasmado pero dicen que, en determinadas circunstancias, se nos va a permitir actuar en beneficio de las personas de este entorno. No se refieren al destino que eso es intocable y cosa exclusiva de cada uno de ellos: podremos intervenir con total discreción para curar una dolencia siempre, insisten, en que nuestra tarea de mediación no resulte, digamos, siquiera sospechosa. Tendrá que parecer siempre una mejoría natural.

- Es una gran noticia, mi querido asistente: ¿cuál es, por cierto, tu nombre aquí, en la Tierra?

- Me llamo Fidel, dime Pináter cuál es el asunto.

- Es algo que me tiene bastante confundido. Desde hace algún tiempo tengo la sensación de estar profundamente unido a alguien pero no se a quien. Creo que encaja plenamente con el concepto que tienen en este entorno de estar muy enamorado, ocupado por otra persona a la que no conozco. Me preocupa esta invasión que podría esconder otros motivos más complejos bajo esos síntomas tan seductores.

- ¿Cuáles son exactamente esos síntomas seductores?

- Me veo, por ejemplo, mirando una flor, una pequeña rosa amarilla y siento que, además de mis ojos, otros ojos la contemplan y se conmueven conmigo. Alguien está sintiendo a través de mi y aprecio un gran placer en esta emoción, Fidel.

- Bien, tendré que hacer mi trabajo. Notarás en las próximas horas otra especie de ocupación, no te preocupes: pronto sabremos qué sucede.

Pináter y Fidel conversaron un rato más sobre sus vidas en sus hogares. Sintieron esa nostalgia que remueve el polvo de un doméstico rincón interestelar atravesado por un rayo de sol. Luego, se despidieron.

Edgar