Memoria sexual de una estudiante (34)

Rafael me anunció la fecha para defender mi tesis en la Universidad. Eso quería decir que tenía que centrarme en el trabajo y olvidarme un poco de mi lujuriosa vida. Me quedaban poco más de tres meses para incorporar las últimas indicaciones de mi director, repasar todo el texto –más de quinientas páginas—, maquetar, encuadernar…

Pero Ángel me había invitado a acompañarle a un viaje a Bogotá. Tenía un trabajo, al margen de su profesión, que consistía en que, cada cuatro meses, iba a Bogotá a comprar café para una gran empresa del sector de hostelería en Europa. La cosa ya era pura rutina. Había que estar presente en el proceso de envasado, sellado y depósito de los contenedores en el barco. Todo perfectamente organizado previamente, no solía llevarle más de tres o cuatros días. Rafael me dio permiso para una semana.

En Bogotá nos alojamos en el hotel Casa Medina. El día de nuestra llegada, Ángel me llevó a un local ambientado en la época de la colonia española llamado El Cutre de la Cuadra, con sabor bohemio y la comida española que tanto me gustaba. Un sitio en el que nos sentimos muy cómodos y los besos, y caricias brillaron por su presencia.

En la habitación del hotel saltaron chispas nada más cerrar la puerta. Mi chico me sujetó contra la pared, me miró a los ojos y me dijo:

—Cariño, te voy a follar con más ganas que nunca.

Nos desnudamos el uno al otro a toda prisa y llegamos a la cama completamente enardecidos. Mis pezones sangraron con tanto mordisco y mi clítoris temblaba de emoción adivinando lo que se avecinaba. Estaba bajo un volcán. Después de haberme corrido tras tanto lametón, Me ensartó como a una aceituna. Él estaba debajo, yo encima con toda su polla dentro y subiendo casi hasta el techo en cada una de sus embestidas. Comencé a gritar y todo mi cuerpo tembló durante varios minutos. Había llegado el segundo súper orgasmo de la noche.

Cuando recuperé el aliento empecé a comerme aquella polla tan querida. De vez en cuando me la sacaba de la boca para mirar a Ángel. Me gustaba ver su cara abandonada completamente al placer. Cuando ya no aguantaba más me lo hizo saber y me tragué toda esa leche que me hacía tan feliz. Dos veces más follamos aquella noche y llegamos al sueño completamente extenuados.

Los dos días siguientes fueron de trabajo puro y duro. Ángel compraba el café a dos empresas distintas. El café era prácticamente el mismo, pero con ello conseguía que compitieran entre ellas para quedarse con el cliente en exclusiva. Eso le hacía conseguir muy buenos precios. Con las firmas del seguro y el sellado de los tres contenedores, se acabó el trabajo. Nos quedaban tres días para dar rienda suelta a nuestros sentidos.

Lo primero que hicimos fue organizar una excursión a Cartagena de Indias, posiblemente la ciudad más hermosa de Colombia. Muy bien conservada, asociada con la historia de los piratas provenientes de Europa, que encontraron en ella un lugar adecuado para saquearla en la época de la colonia. En la actualidad se mantiene toda su arquitectura.

Ángel Alcalde

Treinta primeras entregas

Entrega 31

Entrega 32

Entrega 33